Una fría noche se cernía sobre un pueblo alejado de la capital italiana. El pueblo estaba constituido por pequeñas casas, una iglesia, algunos comercios y un parque. Entre las casas, dos sombras corrían, una detrás de otra. Pasaron delante de una farola y se pudo observar sus rasgos; uno era un hombre que era alto, corpulento, castaño y llevaba una bolsa de la que volaban algunos fajos de billetes; la otra, era una mujer, con el pelo corto y rubio, de figura alta y bastante delgada. El hombre frenó y recogió rápidamente la bolsa que se le había caído, la mujer aprovecho y se abalanzo sobre él, tumbándole al suelo de una patada. Se puso de pie delante de él y le obligo a levantarse, él hizo lo que le dijo y se levanto, ella le puso unas esposas y le empujo hacia la dirección de donde venían. Allí se encontraba un coche plateado, aparcado de una manera extrovertida. La mujer empujo al hombre a la parte trasera del coche, y luego se dirigió al asiento del piloto.
-Será mejor que no hagas malo en el coche. Mi novio se volvería loco si me cargo el coche por segunda vez – dijo la chica mirando hacia el hombre de atrás.
El hombre solo soltó un gruñido y aparto la vista de ella. Esa mujer, se trataba de Laura, la detective más joven de Italia, además de una de las más conocidas y laureadas de Roma. Mientras que el hombre era un ladrón cualquiera llamado Nereo, era uno de los más buscados y de los que más robos había provocado. Laura arranco el coche y se dirigió a la comisaría de Roma, esbozando una sonrisa en los labios. En el camino se perdieron unos 20 o 22 minutos en llegar hasta Roma, ella aparco en las cercanías de la comisaría, ya que al ser una detective y no una agente corriente, no poseía una plaza de Parking en sus alrededores. Salió del coche y luego abrió la puerta trasera y saco a Nereo, quien salió sin rechistar. Se acerco a la puerta de comisaría cuando la voz del jefe de la comisaría resonó en su espalda.
-¡Laura! Te dije que este caso era de la policía – dijo mientras ella se viraba hacia él.
-Lo siento comisario Jericó – dijo ella disculpándose con los ojos entrecerrados – Pero me cogía de camino a casa.
-¿A casa? Pero si vives a unas manzanas de aquí – replico el comisario.
-Comisario – dijo ella mirándolo fijamente – De vez en cuando sería de gran ayuda que me dejará hacer mi trabajo. No es un asunto de la policía, esa gente estaba siendo robada y ustedes no habían avanzado nada.
El comisario la miro mientras intentaba no gritar a la detective.
-Tienes usted razón – dijo débilmente – Pero, la próxima vez, si tiene alguna pista, sería de gran ayuda que la compartiera con mis agentes.
-Para eso dígale a alguien que vaya conmigo y así se llevará el mérito su comisaría – dijo irónica la detective.
-Tiene usted toda la razón – dijo el comisario para sorpresa de la rubia.
-¿Perdone? ¿No ha captado la ironía? – pregunto cabreada.
-Sí, la he captado. Pero es un buenísima idea – dijo mientras entraba en la comisaría.
-¡¿No se atreverá?! Usted no es mi jefe – dijo siguiéndole y jalando de Nereo.
-Pero si soy el jefe de los agentes aquí presentes – dijo esbozando una sonrisa. Luego llamo a un agente que estaba entre papeleo - ¡Agente! Llevé a ese ladrón a una celda temporal.
El agente asintió y se llevo a Nereo, mientras Laura sentía que su cabeza iba a reventar de ira. Se contuvo y se acercó a un escritorio a rellenar el informe del caso. Cuando acabo se dispuso a marcharse rápidamente, pero un agente uniformado se interpuso entre ella y la puerta.
-Detective Laura – dijo el agente poniéndose firme.
El agente era castaño y de ojos marrones, no era muy alto ni muy pequeño, mientras que parecía un palillo.
-Sí – respondió temiéndose lo peor.
-Soy el agente Francis. Seré su compañero a partir de ahora – dijo el agente sonriendo plácidamente.
No sé lo podía creer. El comisario Jericó había sido capaz, de darle un compañero. ¿Cómo podría ahora hacer los casos con normalidad? No solo sería un estorbo en persecuciones y en seguimientos, sino que sus tácticas también iban a tener un grave problema.
-¿Se encuentra bien? – dijo el agente observando la cara de la detective.
-No. Me encuentro perfectamente – dijo con una falsa sonrisa – Le importa que empecemos mañana.
-No hay ningún problema – dijo mientras se dirigía hacia su escritorio – Además de que tengo que rellenar sobre esto en mi diar… digo, un informe.
Vaya, tenía que ser muy novato ¿un diario? No se podía ser más raro para ser un agente de policía. Después de él, empezarán a reclutar monos, seguro, y si no, reclutarán a los del manicomio y les darán una escopeta para que maten a su anchas. Laura miro por última vez al que iba a ser su compañero, y con un suspiro de carga, salió de la comisaría. Camino hacia su coche, se subió y condujo hacia su casa. Como no había garaje, tenía que aparcar en la calle, pero esa semana el hotel que se encontraba a más abajo había ocupado todas sus plazas de aparcamientos y los coches tenían que subir hasta esta calle.
-¡Mierda! – gruño mientras daba la vuelta.
Giró y consiguió un aparcamiento de suerte en la calle principal. Se bajo mosqueada y cogió las llaves de su apartamento, cuando se dio cuenta, no las tenía en la mano, alguien se las había robado mientras se las sacaba del bolsillo.
-¡Serás…! – grito mientras perseguía a un tío que corría.
El chico corría entre las pocas personas dando vuelta de vez en cuando y miraron desde donde venía ella, que venía como un rayo y con una cara de mala leche anormal. Ella gritaba que parará o lo lamentaría, hasta que mientras hizo un spring, acabo quemando parte de la acero, entonces se dio cuenta y se puso a trote, viendo como el tío se alejaba. El hecho de no poder correr muy rápido por quemar todo a su paso, era algo que le ponía furiosa, así que se paro y subió por las escaleras de incendio de un edificio y subió a la azotea. En lo alto vio como el chico se paraba a una manzana mirando los alrededores y empezó a caminar tranquilamente observando la llave. Notó como sus cabreos eran cada vez más fuertes y la tentación de matarlo en cuanto lo cogiera. Aprovecho la oscuridad para saltar al edifico de la calle por donde iba el chico, y entro por una ventana, hacia los pasillos de esos apartamentos. Corrió hacia las escaleras, y cuando se encontró delante de la puerta de cristal transparente, se oculto y espero a que pasara el chico. Al verlo, salio rápidamente y lo derribo al suelo, mientras el gemía de dolor quejándose de la espalda. Ella cogió la llave sin preocuparse por él y se dirigió hacia su apartamento, mientras la gente la observaba sorprendida, algunos que la reconocían aplaudieron, otros pensaba que era un gamberra y le gritaban cosas malas, que ella ignoraba completamente. Cuando llego a la altura de su coche, suspiro y luego se fue hacia el apartamento, abrió la puerta, subió las escaleras y abrió por fin, la puerta de su casa. El silencio que había en un momento la incómodo, pero luego se fue hacia la cocina, y allí se cogió las sobras de la comida. Mientras, noto a alguien apoyado en la puerta.
-Lo siento si te he despertado, Luther – dijo cansada.
-¡Que va! Estaba despierto – dijo Luther sentándose a su lado.
-Eres un mal mentiroso – dijo besándolo – Te he dicho que no me esperases despierto.
-Ya ves. No me gusta hacerte caso – dijo levantándose.
Se acerco a la nevera y le trajo un vaso de agua.
-¿Qué te ha pasado que vienes así? – dijo Luther mientras la miraba.
-Un gamberro me robo la llave de casa – dijo ella mientras observaba su comida con desdén.
Luther se rió al oírla. Luther era un hombre moreno de pelos revueltos (y no precisamente de dormir) y no se puede decir que sea cachas.
-¿Pillaste al tipo ese? – dijo Luther mientras jugueteaba con una servilleta.
-Sí. Son de los que me hacen correr – dijo la detective sonriendo.
-Felicidades y si no te importa, me voy a dormir que no puedo más conmigo – dijo levantándose de la silla, acompañado de un bostezo.
-¿Y a mi que me va a importar cuando quieres irte a dormir? – dijo ella mirándole con expresión vaga.
-Yo que sé – dijo saliendo de la cocina.
Ella se quedo solitaria en la cocina comiendo sobras. Cuando termino echo el plato y los cubiertos en el fregadero, apagó la luz de la cocina y se marcho a su habitación con intención de no volver a salir de ella, hasta que el reloj marqué las 9 de la mañana.
*
Levantarse. Eso era lo que no quería Laura hacer ese día. Sabía que si se levantaba tendría que empezar a hacer los casos con aquel agente novato, ese tal… Francis. Luther se levanto antes que ella, era su manía. Él antes era abogado, pero su compañía le despidió cuando empezó la época de crisis, ahora tenía que vivir de ser algo más normal como mecánico, cuando digo normal, es que no cobra el mismo pastón que antes.
-¡No me quiero levantar! – grito Laura mientras levantaba la cabeza de la almohada.
-Tampoco te he pedido que lo hicieras – dijo Luther mientras se vestía.
-¿A no? Genial, ahora hago caso a mis sueños – dijo mientras se volvía a apoyar la cabeza en la almohada.
-¡Levanta! – replicó con una sonrisa Luther.
Laura levanto la cabeza, cogió la almohada y se la tiró a Luther, le dio de lleno en la cara.
-¡Te mataré! – gruño enfadada mientras cogía la almohada de Luther y la ponía en su lado.
-Esa es mía – replico este quitándosela de la cabeza.
-Vale. Ya me levanto – dijo mientras se levantaba de la cama.
Se levanto y como si se hubiera recargado las prisas, se vistió y corrió a hacerse el desayuno. Cogió un bol, un poco de leche y cereales, y rápidamente se hizo leches con cereales. Se los comió tan deprisa que cuando se quiso dar cuenta la cuchara estaba ardiendo. La apagó poniendo su mano encima, dando gracias a que no sintiera el fuego y que Luther no la hubiera visto. Cuando él entró en la cocina, ella se le acerco, le dio un beso en la mejilla y corrió fuera del apartamento. Aunque luego volvió entrar.
-Las llaves del coche, la placa y la pistola – dijo perezosa.
Luther rió y le dio las llaves, luego se encogió de hombros y se dirigió a la cocina. Ella corrió a su habitación y lo cogió todo, se despidió y corrió escaleras abajo.
-Una de estas se cae rodando – dijo Luther cogiendo los cereales.
Laura corrió hacia su coche, pero se paro al ver al chico que ayer le había robado las llaves apoyado en el. Ahora que se fijaba, el chico era castaño y bastante bajito, mientras que tenía un piercing en la oreja. Se acerco lentamente hasta él y luego con fuego en sus ojos, le miro fijamente.
-¿Qué vienes a robarme ahora? – dijo la detective mientras lo apartaba del coche.
-He venido a pedirle disculpas. Supuse que este era su coche, porque ayer le vi salir de el – dijo señalando el coche.
-¡Me robas la llave de mi piso y ahora vienes a pedir disculpas! – grito histérica.
-S-sí. Lo siento de verás, fue un ataque de pánico. Haré lo que sea para compensar – dijo suplicante.
-¿Ataque de pánico? – pregunto confusa mientras el chico asentía.
-¿Usted es Laura? Sé que es usted una detective, y me preguntaba si podría ayudarle en cualquier cosa de información y eso, como un… ¡un espía de la calle! – dijo entusiasmado.
-La verdad es que la idea es tentadora. Pero es que hoy empiezo a trabajar con una agente novato, y creo que con él es suficiente – dijo mientras pensaba.
-Pero, yo no le acompañare en las misiones, seré su contacto.
-Bueno, en ese caso, de acuerdo – dijo mientras abría el coche – Por cierto, ¿cómo te llamas?
-Me llamo Zack. Le dejaré mi número de móvil. – dijo sacando un papelito de su bolsillo.
-Vale. Gracias Zack. Te preguntaré cosas que necesite saber – dijo mientras subía al coche.
Zack asintió con una gran sonrisa a través de la ventanilla, y luego se alejó, dejando que Laura arrancará el coche y se dirigía conteniendo un cabreo a la comisaría, donde empezaría un caso con un chico novato al que solo le faltaba tener miedo a las pistolas y que su hermano fuera un traficante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario