Lamentaba tener que entrar por la puerta de la comisaría, lamentaba tener que salir luego con su nuevo compañero, lamentaba ser lo que era…
Pero, entro con orgullo a lo comisaría. Al contrario que ayer, todo estaba limpio y los pasillos relucían. Se acerco hasta el despacho del comisario Jericó, abrió la puerta inexistente en tono de burla, y se sentó en la silla giratoria que había al lado de la mesa. Jericó apareció segundos después con su barba de dos días, mientras traía unos informes en la mano. Laura al verle entrar, apoyo los pies en su escritorio y se puso las manos sosteniendo la cabeza.
-No entiendo como una niña como tu puede ser detective en una ciudad como Roma – dijo el detective sentándose en su silla mientras dejaba los informes en el escritorio.
-No entiendo como agentes que no han disparado una pistola en su vida pueden ser policías en una ciudad como Roma – dijo en tono impertinente - ¡Ah! Y perdone que le diga que no soy una niña.
-Pero solo tienes 22 años – dijo enfadado el comisario – Además, mis agentes saben disparar perfectamente. Tú en cambio no has apretado un gatillo en tu vida.
-No necesito pistolas – Hizo una pausa y quito los pies de la mesa, poniéndose firme en la silla – Al igual de que no necesito un compañero que me vigile día y noche.
-¿Noche? No. Tranquila, si crees que va a estar en tu casa fastidiando no te creas. Puedes decirle a tu noviecito que no va a molestaros – dijo revisando los informes.
-¡No me refiero a eso! Me refiero en los momentos nocturnos. Yo la mayoría de veces persigo a los culpables por la noche – dijo mientras se acercaba al escritorio.
-Lo siento, Laura. No cambiare de opinión. No solo será positivo para tu compañero, si no que para ti también.
-¿Para mí? Para mi va a ser esto un autentico suplicio. ¡Voy a cuidar de un crío!
-Tiene dos años más que tú.
-¡Ya sabes a que me refiero Jericó! Es un novato, al que encima le escuche ayer que tenía un diario, ¡un diario! – grito histérica levantándose de la silla.
-Laura, por favor. Te hago un trato, sostenlo durante un año. Solo te pido eso, un misero año – dijo dando golpes en la mesa.
-Perderé un año de mi preciosa vida – dijo la detective volviendo a sentarse.
El comisario Jericó la miro fijamente, y ella al final cedió asintiendo, mientras suspiraba intentando echar todos los males. Se levanto de la silla, con decisión de irse cuando Jericó la llamo. Ella se acerco al escritorio y él le tendió un informe.
-Esto acaban de enviármelo. Han asesinado a un enfermero llamado López Feruijo de 27 años, en un callejón anoche. La hora de la muerte ronda las 12 o 12 y media de la noche. Un solo disparo, en el estomago, murió desangrado intentando arrastrarse – dijo Jericó.
-Yo me busco los casos por mi misma. Por mucho que su agente sea mi compañero, no creo que signifique que pueda mandarme un caso – gruño molesta.
-Te lo diré más fácil. Tendrías que aceptarlo, es un familiar tuyo, o lo será.
-Yo no tengo a nadie en mi familia que se llame López Feruijo.
-¡Joder! Es el primo de tu novio coño – dijo ya harto de acertijos.
Laura cogió asombrada el informe. Lo abrió y observo todo el informe del caso, por parte del comisario eso era pegar un golpe bajo. Laura salio cabreada del despacho y no quiso ni hacer la broma de la puerta. Mientras caminaba se dio cuenta de que tenía al agente a su lado.
-Mierda –gruño al verle.
Él se limito a sonreír, y siguió a su lado mientras salía de la comisaría.
-A ver, te explicaré los detalles…
-No hace falta. El comisario me lo ha dicho todo – interrumpió el castaño.
-Ese maldito lo tenía preparado – susurro para si mientras subía al coche.
Francis subió en el asiente de copiloto y miro a Laura.
-¿No se pone el cinto? – pregunto este preocupado.
-Nunca – dijo ella mirando el informe detenidamente.
Laura saco el móvil deseando llamar a Luther y decírselo. Mientras hablaba con él noto como su voz entristecía por momentos. Cuando colgó, Francis sonrío levemente.
-Es un poco extraño que te ocupes de su caso, si luego irás a su funeral – dijo borrando la sonrisa de su rostro.
Laura le miro entre pereza y tristeza. Por mucho que no conociera al fallecido, iba a ser un familiar suyo en cuanto se casará, no le agradaba la idea de que muriera. Arranco y se dirigió hacia la casa de los padres de López Feruijo, ha averiguar cualquier cosa que valga la pena en este caso. Por el camino no se intercambiaron ninguna palabra, hasta que aparcaron enfrente de la casa. Era una gran casa blanca con un jardín verde y lleno de gnomos. Francis se quedo observándolos incrédulo.
-¿Cómo se puede tener tantos? – pregunto tocando uno que se parecía a Pinocho.
-Teniéndolos – dijo la detective indignada por la pregunta.
Laura toco el timbre de la casa, de ella salio una mujer que parecía superar los cincuenta años; pelo blanco, arrugas, y vestía con unos harapos blancos.
-Discúlpeme. Soy la detective Laura y aquel de allí es mi compañero, el agente de policía Francis – dijo pensando en que tendría que decir eso a partir de ahora.
-A usted la conozco, es muy famosa – dijo sonriendo - ¿Por qué ha venido? No me han robado nada por lo tenga que venir a investigar.
-Siento decirle esto; vengo para hablar sobre su hijo López Feruijo, que ha fallecido anoche en un callejón… asesinado – dijo tristemente.
-¡¿Qué?! – pregunto atónita la mujer.
La mujer se aparto de la puerta y fue a paso lento hacia un sofá en el salón. Laura y Francis entraron en la casa, cerraron la puerta y se sentaron en unos sillones que se encontraban enfrente del sofá.
-Lo lamento muchísimo señora – dijo Francis.
-No pasa nada – dijo débilmente - ¿En qué puedo ayudarles para encontrar a ese miserable?
-Podría decirnos si noto a su hijo raro en los últimos 3 días – dijo Laura.
-La verdad es que si. Ayer vino un poco angustiado por algo de un trabajo temporal.
-¿Un trabajo temporal? ¿Sabe de qué se trataba?
-Lo cierto es que no tengo ni idea. Le oí rumorear algo por el móvil sobre Coca Cola o algo así.
-¿Coca cola? – pregunto Francis – ¿No sería coca a secas?
-Sí. Era eso – dijo la mujer.
Laura y Francis se miraron sorprendidos.
-¿Conoce a alguien más que trabajará con él en ese trabajo? – pregunto Laura.
-Él me dijo que trabajaba con su compañero del hospital, un tal Joshua – dijo la mujer.
-¿Sabe por casualidad su apellido? – intervino Francis.
-Lo siento – dijo suspirando la mujer.
-Muchas gracias señora. Nos ha servido mucho de ayuda – dijo Laura levantándose del sillón.
Francis la imito y salió el primero de la casa, seguido de Laura.
-Sabemos que traficaba, y que tenía un compañero llamado Joshua que también lo hacia – dijo Francis mientras cerraba la puerta.
-Deberíamos ir al hospital y preguntarle al director si López tenía un compañero que se llamaba Joshua – dijo Laura abriendo la puerta del coche.
Francis se sentó en el asiento de copiloto y se puso el cinturón. Laura arranco con dirección al hospital. Aparco en el parking y bajo del coche decidida, con Francis detrás de ella, entraron en el hospital. Los pasillos eran de un blanco reluciente, y enfrente de la puerta se encontraba la recepción. Francis se acercó primero, y le recibió una mujer rubia que vestía de un blanco enfermizo.
-¿En que puedo ayudarles? – pregunto la mujer impaciente.
-Verá, soy el agente de policía Francis y ella es la detective Laura. Venimos a hablar con el director de este centro sanitario – dijo Francis orgulloso.
-Ya veo. Veré si puede recibirles – dijo acercándose a una mesa y descolgando el teléfono.
La chica se comunicó por el teléfono asintiendo cada 3 segundos. Luego colgó y se dirigió a la detective y al agente.
-El director dice que puede recibirles. Se encuentra en la planta 4 – dijo la chica emitiendo un ligero tono de falsa dulzura.
Laura frunció el ceño y se dirigió hacia las escaleras.
-¿No vamos en ascensor? – pregunto Francis señalándolo.
-No. La último vez que subí en uno tardaron horas en recogerme – protesto ella mientras subía las escaleras.
-¿Y cuando fue esa última vez? – pregunto Francis curioso.
-Cuando tenía 13 años – dijo sonriendo al recordarlo.
Francis adelanto a Laura en las escaleras y se dispuso a caminar por los pasillos, cuando vio, que era un solo pasillo sin salida, a ambos lados había una puerta, la de la derecha decía “Informes” y la de la izquierda “Medicamentos especiales”. La del centro ponía “Director”, y Laura y Francis se encaminaron hacia ella, cuando la puerta se abrió y salió un enfermero con prisas, pasando en medio de Laura y Francis. Francis entro el primero con su impaciencia.
-Buenas tardes – dijo el director.
La habitación tenía dos estanterías repletas de libros a ambos lados, había una ventana gigante detrás y en el centro de todo, había un escritorio lleno de papeles y con un ordenador pequeño. Laura se fijo en el certificado que había al lado de una de las estanterías, asegurándose de que fuera verdadero. El director estaba sentando en una silla al lado del escritorio; él era bastante mayor, tenía el pelo completamente blanco y algunas arrugas asomaban por sus gafas de vista.
-¿En que puedo ayudarles? – pregunto indicando que se sentarán.
Laura y Francis se sentaron y miraron fijamente al director, hasta que Laura intervino.
-Venimos porque han asesinado a uno de sus enfermeros, a López Feruijo.
-¿Quién? – pregunto con los ojos como platos.
-Eso venimos a investigar señor – dijo riendo ahogadamente Francis.
-Necesitamos que nos diga, si López Feruijo trabajaba aquí con un tal Joshua.
-Joshua, conozco a uno. Que si que trabajaba con Feruijo, coincidían los dos por los turnos de noche del fin de semana.
-Ya veo. ¿Podría decirnos donde vive Joshua? – pregunto Laura.
-Claro – dijo levantándose de la silla.
Cogió un papel en blanco de la estantería y se volvió a sentar. Se puso a teclear en el ordenador, hasta que asintió y se puso a escribir en el papel.
-Aquí tienen – dijo tendiendo el papel a Laura – Por cierto, ¿cómo es que esta usted trabajando en un caso como este?
-¿Qué hay de malo? ¡Ah! Se refiere a que estoy trabajando con la policía. Yo no trabajo con la policía, simplemente tengo a este agente como compañero durante este año – dijo Laura sonriendo forzosa.
El director asintió sonriendo. Laura y Francis salieron del despacho, bajaron las escaleras, y salieron del hospital. Francis le pidió el papel a Laura, esta se lo entrego y él se puso a examinarlo.
-Vive en la calle Frigo, en unos apartamentos, en el piso 2 - dijo mientras subía al coche.
-Vamos para allá – dijo Laura arrancando el coche.
Durante el camino reino el silencio en todo el coche. Cuando llegaron, Laura y Francis miraron atontados los apartamentos. Era unos apartamentos que no superaba los tres pisos, además de que estaba bastante derruido, parecía mentira que un enfermero pudiera vivir ahí. Pero, siendo traficante, tampoco se podía esperar una mansión que llamará la atención. Laura fue la primera en bajarse del coche y se dirigió hacia la puerta del apartamento. Francis llegó y se coloco detrás de ella, señalo en el timbre el que pertenecía al enfermero.
-No seas tonto. Es un traficante, en cuanto le llamemos y le pidamos que abra la puerta, saldrá por la ventana o ni abrirá la puerta – dijo la detective en tono suspicaz.
-Tienes razón – dijo abatido.
Laura toco el timbre del piso de al lado.
-¿Sí? – pregunto una voz al otro lado.
-Perdone. Soy la detective Laura. Venimos a ver a su vecino, que es un sospechoso. Le pedimos que nos abra, ya que si se lo pedimos a él seguro que se escapará – dijo a la ligera.
-Oh, claro, claro – dijo la voz.
Se oyó un silbido y al puerta se abrió. Laura entro con Francis siguiéndole el paso, subieron las escaleras hasta llegar al segundo piso. Laura y Francis se quedaron mirando la puerta, no les quedaba más opción que tirarla, pero Laura sabía que no podría fácilmente, tendría que recurrir al poder del fuego, pero con Francis al lado no podía. Aunque tuvo una idea.
-¡Mira! Por allí hay alguien que ha corrido corriendo las escaleras. Parecía sospechoso ¡Síguelo! – dijo la detective señalando las escaleras.
Francis no se lo pensó dos veces y salio disparado hacia las escaleras, haciendo un spring cada vez que podía. Laura observo hasta que desapareció y miro la puerta. Levanto las manos a la altura de sus hombros para concentrarse para mayor energía y consiguió encenderse ella entera, como si fuera una llama. Levanto la pierna que ardía y pegó una fuerte patada a la puerta derribándola y carbonizándola al instante en el que la toco. Se apagó por completo al entrar en el piso; estaba sucio, habían hasta ratas comiendo de lo que parecía ser un paquete de papas. Laura observo con la mirada los alrededores y luego se dio cuenta de que había un hombre en el suelo bocarriba mirándola con expresión de asombro y ganas de llorar.
-¡La detective Laura! – dijo con un extraño acento ruso.
-¿Quién lo pregunta? – pregunto inquieta – Ah, vale, era una afirmación.
-¿Qué hace aquí?
-Bueno, eres un traficante de cocaína, así que vengo a que me vendas un poquito – dijo bajando la voz y haciendo el gesto de poco con los dedos.
-¿De verdad? – pregunto tranquilizándose.
-¡Claro que no imbécil! Vengo a detenerte por traficante y a preguntarte sobre López Feruijo – dijo la detective mientras lo levantaba con fuerza.
-¿López? ¿También lo van a detener a él? Porque él tuvo la idea, él me metió en esto – dijo mientras intentaba respirar tranquilo.
-Ya quisiera estar por lo menos para detenerlo.
-¿Qué quiere decir?
-Feruijo esta muerto. Lo asesinaron anoche – dijo Laura mientras le ponía las esposas.
Francis llego corriendo y se paro apoyado en el marco donde minutos antes estaba la puerta.
-¿Dónde estabas? – pregunto Laura mientras le tiraba las llaves de las esposas.
-¿Aquí no había una puerta? ¡Espera! ¿Dónde estaba? ¡Me dijiste que había un tío sospechoso corriendo por las escaleras! He bajado las escaleras a una velocidad de vértigo creyendo que perseguía a alguien que se me estaba escapando – dijo después de coger las llaves al vuelo.
-Yo no te dije nada – dijo aparentando inocencia.
-¿Qué? Mira, si no quieres que sea tu compañero me lo dices que yo me largo – dijo Francis con ganas de gritar.
-¿Me harías ese favor? – pregunto la detective sonriendo dulcemente.
-Ni de coña. Me dijeron un año contigo y un año será – sentenció el agente.
-Te diré una cosa. Vas a recordar este año como el peor de tu vida – dijo la rubia mientras le miraba asesinamente.
Laura sentó a Joshua en un sillón que estaba hecho una chapuza, se dispuso a coger una silla para ella, pero estaban todas tan malas y destrozadas que prefirió quedarse de pie, al lado de Francis, quien le miraba extrañado.
-A ver, Joshua ¿admites que eres traficante? – pregunto Francis.
-Sí, lo soy. Pero a mi me metió en esto Feruijo – dijo el mencionado.
-A mí no me importa quien te metió, queremos saber donde estabas anoche y a quien le ibais a transportar la cocaína – intervino Laura.
-Anoche estaba en casa de mi mujer, porque tenía que pedirle el divorcio. Y creo que debíamos enviar la coca a Venecia, no sé a quien – dijo Joshua peleando con las esposas, de las que antes se quejo de que le hacían daño.
-¿Quién más trabaja contigo?
-Si lo digo estoy muerto.
-Si no lo dices tampoco es que estés vivo.
-¿Y si no le pillan? ¿Si se libra de ustedes? ¡Irá a la cárcel a matarme! Es más, si le pillan y le llevan a la misma cárcel que yo me matará allí mismo – dijo desesperado.
-Pediremos una cárcel diferente – dijo Francis.
-¿De verdad?
Francis miro interrogativo a Laura y ella suspiro molesta y luego asintió.
-Trabajan los enfermeros de urgencias de mi hospital; Luis, Sam y Iván. Pero, el jefe que hace todo esto, es el director – dijo Joshua.
-¿El director?
-Ha jugado con nosotros – dijo Francis.
-Entonces habrá huido – intervino Laura.
Laura y Francis salieron de la casa corriendo, Francis cogió el móvil avisando a la comisaría sobre los traficantes y que en el edificio donde se encontraban estaba uno de ellos. Laura en cambio le dijo que les informará sobre que el director del centro era el cabecilla de la banda.
La policía consiguió pillarlos a todos. Habían metido al director del centro en la sala de interrogatorios, donde estaba atado a la silla. La sala era como las de siempre; un espejo falso por donde los demás policías veían el interrogatorio y la puerta que conectaba esa sala con la sala de interrogatorios y la puerta por la que se salía de la sala hacia el pasillo de la comisaría, más las ventanas con persianas que acompañaban a esa puerta.
Laura estaba sentada delante del director, que miraba frustrado la sala, mientras que Francis estaba apoyado en un rincón de la sala, detrás de Laura, poniendo cara de policía malo, cosa que le sirvió de poco, visto que el director ni siquiera poso la mirada en él. Laura termino de leer la carpeta del informe y la cerro, luego la coloco en el centro de la mesa, cruzo los dedos y sonrío perversamente, cosa que hizo que un escalofrío recorriera el cuerpo del director.
-¿Dónde estabas anoche? – pregunto sin dejar de sonreír.
-En mi hospital.
-No ese momento de la noche. En los registros del hospital pone que tú saliste a las 11 y media. Por si fuera poco, Feruijo salio contigo.
-¿Y qué?
-Pues que, media hora después, Feruijo estaba muerto ¡Que coincidencia! – dijo la detective con sarcasmo – También es curioso que no nos dijera eso cuando estuvimos en su despacho. Por que sabía que si lo decía, sería sospechoso.
-No lo preguntaron. Además, ¿no se supone que estoy aquí por traficar? Si es que ahora me queréis echar el muerto encima – dijo riendo.
-Escuche – dijo Francis mientras golpeaba la mesa con las dos manos – Es usted un maldito bastardo. Es usted un director de hospital, que aprovecha ese hospital para traficar con medicamentos ilegales ¿No le da vergüenza?
-¿Y?
-A ver, Francis, quédate quieto y déjame a mí ¡¿Vale?! – gruño Laura mientras miraba asesinamente a Francis.
-Hágale caso agente – rió el director.
-¡Usted! – dijo señalándole – Cállese también o sino le corto la lengua. Porque yo puedo hacerlo al ser detective independiente, es decir, no tengo a nadie que me mande.
Francis se separo de la mesa y se volvió a apoyar en la pared, mientras el director dejo de sonreír repentinamente al ver la cara de seriedad de la detective.
-Bien. Ahora, ¿me va a confesar el asesinato? Porque sabrá que lo que lo haya hecho o no, irá a la cárcel durante el resto de su mísera vida que le queda, ¿verdad vejestorio? – dijo la detective dejando a un lado las bromas.
-Je. Chica listilla. Lo confieso, maté a ese traidor. ¡Ese bastardo pensaba avisar a la policía! ¿Por qué? Porque decía que podíamos cometer un error con los medicamentos y darle los ilegales por error a un paciente. Además de que la cosa iba demasiado lejos, ya que, pensábamos despedir a algunos médicos para que no tuviéramos que pagarles el sueldo con el dinero con el que nos estábamos forrando. Una completa idiotez, si hubiera pensado quizás estuviera vivo ahora mismo.
-Pues, que sepa pedazo de mierda. Que queda usted detenido por el asesinato del enfermero López Feruijo y por tráfico de drogas.
-Encantando – burlo el director mientras los agentes lo levantaban de la silla para llevárselo.
Francis sonrió mientras se acercaba a Laura, que cogió el informe y se levanto de la silla.
-Tengo que sufrir esto durante este año – susurro mientras abría la puerta.
-Buen trabajo detective – dijo Francis sonriendo orgulloso.
Laura le miro perezosa y luego abrió la puerta mientras bostezaba. Francis la seguía de cerca, mientras sonreía con una alegría que no podía ni expresar.
-Un año, no me lo puedo creer - pensó la detective con ganas de quemar la comisaría.
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