Francis tenía la cara totalmente aplastado contra la ventana del auto. Laura empezaba a preocuparse… pero no de Francis, sino de que le babeará todo el cristal. Zack estaba inclinado por el espacio que había entre los dos asientos delanteros, con una mirada de asombro a como Francis aguantaba tanto tiempo empotrado de esa manera.
-Espera ¿tú no tenías un hermano? Seríais tres – rió Zack – Además ¿tanto te afecta que venga tu hermanastro?
-¡Aún no es mi hermanastro! – gritó Francis haciendo aspavientos con un solo brazo y separando su cara babeada de una ventana aún más babeada – También es que ese tío es una completa molestia.
-Por algo os tendrías que parecer ¿no? – intervino Laura mirando fijamente la carretera – Igualmente, date cuenta de que tampoco es tan malo trabajar con tu hermano.
-¡Es mi hermanastro! Digo… ¡No! ¡Aún no es mi hermanastro! Y… ¡No le defiendas! ¡Y mucho menos permitas que te tire los tejos así como así! – volvió a gritar Francis – Ese tío es un ligón engreído que se cree mejor policía que yo.
-Todos son mejores policías que tú, Romeo – dijo Laura dándole una pizca de falsa ironía – De todas formas, ¿te crees que teniendo a Luther voy a acabar con ese hermanastro tuyo? Que sea guapo no significa nada.
-Laura… lo de Luther – murmuró Zack mientras Francis se preocupaba.
-¡Vaya por Dios! ¡Digo su nombre y ya saltáis con el tema! Por favor, intento ignorar esta parte en nuestra relación, no me jodáis vosotros ahora – dijo Laura apretando con fuerza el volante.
Zack y Francis se miraron entre sí de forma entristecida y luego asintieron. Laura miró por el espejo retrovisor comprobando como detrás les seguía el coche de Johan.
-¡¿Por qué demonios tiene que ir ella delante?! – masculló Johan poniendo cara de perro rabioso e inclinado sobre el volante.
-Las damas primero ¿no? – dijo Dylan encogiéndose de hombros y agarrándose al asiento con miedo a la conducción temeraria que Johan estaba mostrando.
-¡No en este caso! – bramó Johan mirándole.
-¡No me mires a mí! ¡Mira a la carretera, estúpido! – gritó Dylan.
Johan por un momento se asustó y se relajó. Estaba claro que Dylan solo se hacía el simpático y que no lo era, en absoluto. El chico sólo se froto el cuello, para luego llevarse un dedo al labio de forma pensativa, mientras que notaba que le empezaban a crecer algunos pelillos de la barba y tendría que volver a empezar a afeitarse. Johan le miraba de reojo, viendo como el parecía hasta distraído.
-Por cierto… ¿le estabas tirando los tejos a Laura? – interrogó Johan con una mueca de desagrado.
-Sí ¿y qué? Es guapa, no me lo puedes negar – respondió Dylan con una sonrisita tonta en la cara.
-Ya… pero tiene novio, que te quede claro – reaccionó Johan haciendo un gesto con una mano.
-¿Y?
-¿Cómo que ‘y’?
-Que… ¿qué más da?
-Hay tres opciones: Que te parta la cara ella, que te parta la cara él, o te parta la cara yo.
-Aún no me he insinuado.
Dylan soltó una pequeña y poco sonora carcajada, mientras Johan solo fruncía el ceño y miraba la carretera casi con miedo.
-¡¿Por qué nunca vendrá una chica guapa y dirá que está coladita por mí?! ¡Ese Zack tiene razón! El destino es un cabrón – pensaba Johan mirando de reojo al cielo.
-Johan ¿no? – Este asintió mirándole en una fracción de segundo – Tengo cierta curiosidad.
-¿Por? – preguntó Johan con una mal sabor de boca.
-¿Cómo le va a mi hermanastro por aquí?
-Pues… le va bien. A su modo, pero le va bien comparado con otros policías.
-Yo no le caigo bien ¿eh?
-Eso parece. Aunque no por ello deberías desanimarte. A Francis le agrada poca gente y a poca gente le agrada Francis. Tú, por extraño que parezca, me caes bien.
-Vaya…
-Pero si sigues por el mismo camino hacia Laura te advierto que vas a acabar estrellándote.
-Puedes dejar eso ya.
-No, no puedo. Porque Laura es mi… mi… a-a-a-ami-i-i-igaaaaaaagg.
-¿”Amigaaaaag”?
-Es una relación muy extraña.
-Oh, vaya.
El coche de delante se frenó y aparcó en la zona que se encontraba cerca de la escena del crimen. Ya habían algunos policías pero no Jericó, que venía en otro coche. Johan también dejó el coche por esa zona, para luego bajarse. Abrió el maletero.
-¿Qué haces? – preguntó Dylan aún dentro del coche.
-Habrá que sacar fotos de la escena del crimen ¿no crees? – respondió Johan buscando algo, o mejor dicho, la cámara de fotos.
Dylan asintió y cuando estuvo a punto de salir del coche observó el volante. Tocó la pita y Johan saltó, literalmente, estrellándose contra el techo del maletero. Dylan salió del coche, se acercó tranquilamente hasta él y luego se agachó a su altura ya que Johan había caído al suelo.
-Perdón – dijo Dylan con una cara que no daba credibilidad a sus palabras.
-Me cago en tu madre – gruñó Johan desde el suelo.
-Está muerto ¿Por qué si no se iba a casar mi padre con la madre de Francis? – replicó Dylan con total tranquilidad y seguridad.
-Vaya. Seguro que se suicidó por tenerte como hijo – Johan estaba tan cabreado que no podía sentir pena.
Dylan ayudó a levantarse a Johan, pero luego lo empotro contra el coche con mucha fuerza. Johan estaba bastante perplejo.
-¿Ah, sí? La asesinaron, puto retrasado. Por eso soy policía, Porque esta panda de inútiles nunca encontrarán al culpable – Dylan parecía estar a punto de soltar fuego en vez de dióxido de carbono por la boca.
-El hermanastro de Francis me da mala espina – pensaba Johan notando como su piel se erizaba por el miedo.
Simpático parece, antipático es.
Esa frase describía completamente a Dylan, que soltó a Johan con una sonrisa como si no hubiera pasado nada.
-Emm… ¿sabes? Laura también piensa que los policías son unos vagos – dijo Johan riendo nervioso.
Dylan se encogió de hombros y se dirigió hacia donde se encontraba el cadáver, seguido de cerca por un Johan bastante aturdido que se reprimía las ganas de ponerse a temblar como un loco.
-Johan, estás pálido – dijo Laura al verle llegar.
-¿Quién? ¿Yo? Serán cosas tuyas – A Johan parecía temblarle la voz.
Dylan sólo seguía sonriendo de forma tonta, aunque Johan intentaba no mirarle por el miedo que le podría provocar hacerlo. ¿Qué tenía ese chico que le gustaba tener una segunda personalidad? Johan cogió al distraído de Francis por el brazo y lo apartó de los demás.
-¿Qué pasa? – preguntó Francis sin entender.
-Tú “próximamente” hermanastro está pirado – dijo Johan mirando de reojo hacia los demás – Está más loco que tú.
Francis se llevó una mano a la cara.
-No está loco. Es un bicho raro.
-Entonces os parecéis más de lo que creía en un principio.
-¡Oye!
-Mira, dejando las peleas de lado… Creo que tu “próximamente” hermanastro le está tirando los tejos a Laura.
-Anda ¿tú también te has dado cuenta? Creía que por la forma tan descarada que lo hace nadie se daría cuenta.
-¿Qué? Francis te lo digo en serio. Tu hermanastro me parece demasiado bicho raro.
-Es que ese adjetivo lo inventaron por él, pero creo que se les quedo todavía muy corto.
-Tenemos que hacer algo.
-¡Sí! Tú lo agarras y yo le golpeo.
-No me refiero a eso, cacho bestia. Me refiero a impedir que se le acerque.
-¿Por qué?
-Porque es un bicho raro.
-Pero si Laura se sabe defender sola. Además, está Luther.
-Ya. Yo también existo, gracias.
-Venga Johan. No es para tanto. Dylan tampoco es que sea un violador bipolar o algo así.
-Pues por poco me rompe el coche.
-¿Cómo?
-Estrellándome a mí contra él.
-Pero el coche esta bien ¿no?
Johan hizo una mueca atónita.
-¿Te preocupas más por mi coche que por mí?
-Los coches también son importantes. Siempre te amenazan con tu familia, pero al final la cogen con tu coche.
-¡No me cuentes historias! Estamos hablando de impedir que tu hermanastro se…
-¡No es mi hermanastro! Y sí. No se acercará a ella.
-¿Trato hecho?
-Claro.
Ambos se estrecharon las manos con una sonrisa demasiado fingida para que se las creyeran mutuamente. Al separarse ambos fueron por caminos distintos, pero porque Francis se equivocó de dirección.
-¿Podemos empezar? – Jericó había llegado ya, junto con Zachary y William.
-Sí – respondieron todos.
-El nombre de la víctima es Sebastián Serafín, el guardaespaldas del presidente. Murió el ocho de enero entre las tres y las cinco de la noche. Le dispararon a quemarropa en el corazón y luego escondieron su cadáver entre las hojas de este bosque. Dejaron una marca en ese árbol – señaló el árbol que ponía “Muerte al presidente. Killer” tallado en sus ramas – que indica que fue obra de Killer. Lo que tenéis que hacer es averiguar cuál de sus hombres lo asesinó y descubrir cuándo van a preparar ese ataque al presidente. Laura y Johan iréis a hablar con Luther. Zack, Dylan y Francis vosotros vais a hablar con los policías de la cárcel, a ver si alguno vio alguna conversación que tuviera Killer con alguien que no fuera Luther. Zachary y William, os encargaréis de hablar con los familiares y amigos de la víctima. ¿De acuerdo?
Todos asintieron, aunque a Laura le costó lo suyo hacerlo sin tener que negar primero con la cabeza. No le gustaba lo que le habían encargado a ella. Al que peor le resulto fue a Francis, ya que no estaba contento con el hecho de que tuviera que ir con su “próximamente” hermanastro a investigar a los policías, pero era lo de Dylan lo que seguía sin gustarle.
-Por lo menos estará lejos de Laura – pensaron Johan y Francis.
-Bien. Pongamonos en marcha – Zachary y William parecían estar encantados.
Y era normal, habían sido compañeros desde hacia mucho tiempo y ahora volvían a trabajar juntos en un caso importantísimo. Además, William llevaba bastante tiempo inactivo por el balazo que le había dado Killer durante su pelea en la fuga que tuvo lugar justo antes del asesinato del que se estaban haciendo cargo todos ellos.
-En mi coche ¿o en el tuyo? – preguntó Johan a Laura.
-Suena mal – replicó Laura.
-Yo no quería decirlo en ese sentido…
-Que no. Es coña, imbécil.
Johan fingió una risita que le salió ridícula.
-Pero vamos en el tuyo – dijo Laura para luego dirigirse a los otros tres – Bien, os dejaré mi coche. Zack eres menor de edad y no tienes carnet. Francis no sabe conducir y tampoco tiene carnet. ¿Dylan?
En un segundo, Dylan se metió la mano en el bolsillo y sacó su carnet de conducir con otra sonrisa. A Laura le pareció que Dylan tapó su foto del carnet con el dedo a propósito.
-Vale – Laura le entregó su llave del coche – Confió en vosotros. Que no le pase nada a mi coche ¿de acuerdo?
Los tres asintieron.
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