Estaba sentado en un banco, esperando que saliera Laura de su apartamento, Francis vestía con la misma vestimenta de siempre, su traje de policía, cosa que provocaba que algunas personas le miraban extrañados.
-Menudos vagos son los de la policía – pensó una mujer que estaba pasando delante del castaño.
Francis movió la cabeza y sonrió en señal de saludo, la mujer le miro con repugnancia y siguió su camino.
-Joder con la vieja – murmuro para sí.
-¿Qué pasa? – pregunto Laura, que había salido de su apartamento y se encontraba delante del chico.
-¿Sabes que tus vecinos, especialmente las mayorcitas, es tan, tan majaras como tú? Creo que es una epidemia de este barrio – dijo Francis señalándola mientras sonreía como burla.
-¿Y sabes que tus compañeros son igual de pringados que tú? Creo que es una epidemia de los vagos que están en la comisaría – respondió la ofendida mientras sonreía de labios cerrados.
-La detective Laura ofendiendo a un agente de la ley – dijo irónicamente.
-No es la primera vez que lo hago. Tus compañeros sueñan con matarme de todas las maneras posibles. Eso que yo les digo la verdad, son unos vagos, inútiles, idiotas y unos durmientes – dijo Laura.
-¿Cuántas veces debo decirte que aquello fue culpa de las gominolas?
-Hasta que Dios decida creerte de que eso no era una excepción a lo que hacéis siempre. Por cierto, ¿te he dicho ya que me dejaste en la estacada mientras me apuntaba con una pistola aquel tal Jonan?
-Puf, unas tres veces. Luego soy yo el pesado – refunfuño el castaño.
-Vamos, tira. Iremos a buscar algún crimen.
-¿Vamos a la comisaría?
-¡¡No!! Ya he ido suficientes veces en una semana – dijo molesta la rubia.
-Vale, vale – dijo Francis levantándose del banco.
-¿Has vuelto a venir caminando?
-Sí – dijo cabizbajo Francis.
Laura sonrió sacándole la lengua y luego se dirigió hacia su coche con Francis siguiéndola. Llegaron a la autopista en busca de algún crimen en los pueblos de los alrededores.
-¿Así consigues los casos? – pregunto cansado Francis.
-Sí. No me gusta que me pidan que acepte sus casos – respondió Laura fija en el volante.
-¿Por qué?
-Por que son unos plastas. Me piden que acepte el suyo, que es importante, que pagan bien, que quieren venganza y bla, bla, bla… Además, la mayoría son cosas que hasta los inútiles de tus compañeros pueden hacer.
Francis resoplos y volvió a mirar por la ventanilla sosteniendo su cabeza con la mano.
-Oye ¿no te parece extraño lo de aquella puerta? – pregunto el castaño sin virarse a mirarla.
-¿Qué puerta? – pregunto ella mirándole de reojo.
-En nuestro primer caso – explico.
-Si pudieras detallar – replico ella.
-La de la casa del enfermero Joshua – dijo mirándola por fin.
Laura sintió como el corazón le daba un vuelco he hizo un zigzag con el coche, cosa que Francis noto y le provoco intriga. Laura se repuso y suspiro aliviada, pero pensó en una excusa que explicarle al agente.
-La derrumbé y casualmente Joshua tenía un incendio en el salón. Fue increíble. La puerta se hizo cenizas pero consiguió apagar el fuego – explico ella.
-¿De verdad? Ya decía que olía a quemado y encima me preguntaba era eso negro que había diminuto en el suelo– susurro
-Tienes que ser una broma. Eso no me lo hubiera creído yo aunque hubiera sido testigo de ello – pensó la rubia.
El móvil de Laura sonó y esta se lo cogió del bolsillo como si nada.
-¿Sí? – pregunto esperando respuesta.
-¡¡Estás loca!! No se puede hablar por teléfono mientras se conduce. Podrías provocar un accidente de tráfico o que te hagan una multa – gruño Francis mientras buscaba algo para agarrarse por si pasará algo.
-¡Shhh! Calla plasta.
-¡Laura! Soy Zack.
-¿Qué tal peque?
-¡Que no me llames peque!
-Es que eres igualito a mi hermano pequeño y yo le llamaba así.
-Eso ya me lo has dicho todas las veces que te he pedido que no me llames así.
-Vale, ¡venga, suelta lo que quieras decirme!
-En la vieja autopista están haciendo carreras ilegales.
-Vaya… Pues vamos para allá. ¡Gracias peque!
-¡Que no me llames…
Laura colgó rápidamente para no tener que escuchar la queja de Zack.
-¿Adónde vamos? – pregunto Francis que había escuchado la conversación.
-A la vieja autopista. Allí hay carreras ilegales – contesto ella.
-¿Y quien te lo ha dicho? Lo digo porque escuche que lo llamabas “peque” – dijo Francis de forma curiosa.
-Lo único que te puedo decir es que mi contacto es un adolescente de las calles – dijo Laura de forma burlona.
-Vaya – dijo Francis aparentando que esa información le era suficiente.
-Lo digo porque él hace un trabajo más importante y es de más ayuda que tu comisaría – dijo la rubia sonriendo.
-Vale. Ya lo he pillado. Mis compañeros son unos inútiles que no sirven para nada – se rindió Francis negando con la cabeza al pensar en lo que acababa de afirmar delante de la detective.
Laura sonreía mientras daba la vuelta bruscamente hacia el carril contrario. Francis quiso advertirle y replicar, pero se mantuvo callado, si algo ha aprendido, es que con Laura en una discusión es imposible ganar, a no ser, que haga un nuevo record mundial.
-Hay otra cosa que también me extraña de ese caso – dijo de repente Francis.
-¿Qué? – pregunto Laura cansada.
-¿Por qué tendría miedo Joshua del director si era un vejestorio? – pregunto.
La verdad es que a Laura también le intrigaba ese hecho, ¿por qué? Ella no sabía la respuesta correcta, pero si las posibles respuesta.
-Quizá no le tenía miedo a él. Hay dos opciones; tenía miedo de sus compañeros si se enteraban de que él fue el soplón y del hombre con el que traficaban, al cual no conocemos de nada y del que no tenemos ninguna pista para saber de quien podría tratarse – respondió confiada Laura.
Francis asintió al comprenderlo. Ya sabían las posibles respuestas, pero lo que ellos querían saber era a que tenía miedo, no a lo que podría tener miedo.
Llegaron a la vieja autopista rápidamente. Francis fue el primero en bajar, Zack los esperaba de pie sonriendo emocionado, pero Francis al no conocerlo paso de él.
-Chico, no deberías estar aquí. Deja a los adultos – explico Francis.
-Pero ¿tú que dices? ¿Estás bien de la azotea? – replico este mirando con el ceño fruncido y con un tono de voz impertinente.
Francis iba a decir algo cuando Laura se puso entre él y el chico.
-¡Hola peque! – exclamo la rubia dándole un ligero abrazo.
-¡No me llames peque! ¿Y quién es ese zumbao? – dijo señalando al castaño.
-¿Zumbao? ¡Oye niño! No sabes con quien te metes – gruño Francis.
-¡Que haya paz! – pidió o más bien suplico Laura.
-Pues dile al pequeñajo que se calle – replico Francis.
-¡No! Dile a tu amigo zumbao que no se meta conmigo – replico ahora Zack.
-¿Y porque no os presento y dejamos esto? – dijo Laura con falsa dulzura.
Francis y Zack la miraron extrañados y luego se volvieron a mirar con ira, pero de todas formas asintieron para que Laura dejará las cosas claras.
-A ver, este es Francis, mi compañero que es policía – dijo señalando al mencionado, luego señala a Zack – Este es Zack, mi contacto de las calles.
-Eso no me tranquiliza – dijo ambos al unísono.
-Lo dejo claro – dijo con una voz dulce pero escalofriante – Os comportáis bien juntos o….
-¡Tranquila! – la interrumpieron al unísono y luego se abrazaron – Si nos queremos mucho.
Laura sonrío mientras que se daba la vuelta para observar la autopista. En cuanto se dio la vuelta y dio unos cuantos pasos, los dos se soltaron y se volvieron a matar con la mirada.
-Será mejor que te quedes quieto y no me moleste, enano – murmuro Francis.
-El que debería mantenerse quieto eres tú, zumbao – le corrigió Zack.
-¡¡Ey!! – gruño Laura al darse la vuelta.
Francis y Zack se volvieron a abrazar sonriendo avergonzados y cuando se volvió a dar la vuelta Laura, los dos se volvieron a soltar, se metieron las manos en los bolsillos, se encogieron de hombros y miraron para el lado contrario, todo esto lo hicieron a la vez. De repente y de la nada, un coche seguido de tres más aparecieron en la autopista y frenaron drásticamente cuando estuvieron a punto de atropellar a los dos chicos. Francis chillo como una chica y se agarro a Zack, quien le miraba con la ceja alzada.
-Pero ¿a ti que coño te pasa? – pregunto el del pircing extrañado.
-Emm… perdón. Es que tenías algo en la camisa – improviso Francis.
-Oye tú, no soy tonto, además ¿y el grito de niña? – pregunto pillando al agente.
Francis hizo un signo de repugnancia y vio como Laura se acercaba corriendo y sacaba a uno de los tíos del coche. Al sacarlo lo estampo contra la puerta de su coche, ignorando completamente lo demás.
-¡¡Casi lo atropellas!! – gruño Laura.
-Wow. Le importa a Laura – susurro Francis de modo que solo Zack le escuchaba.
-¡Casi atropellas a Zack! – seguía Laura.
Zack se partió de risa y cayó al suelo descojonado sin poder aguantar las ganas que tenía de reír, mientras que debes en cuando le salía una lagrimilla de la risa. Francis miraba a Laura y luego a Zack con una mueca de extrañes en el rostro.
-Ya – pidió aguantando las ganas de gritar a Zack.
-Lo… lo siento – dijo sin poder evitar reír levemente – Pero… es que… es que… ¡¡Ja. ja, ja!!
Zack volvió a caer al suelo mientras se reía, Francis cerro los puños y contó hasta diez en voz baja intentando ignorar al chico que se reía en el suelo. Mientras todo eso pasaba, Laura seguía a lo suyo con el tío que había estrellado contra el coche.
-Quedas detenido – dijo dándole la vuelta y poniéndole las esposas.
Luego cogió al del otro coche y repitió lo mismo que había dicho y hecho antes. Aunque Francis y Zack estuvieron ya de pie, al lado de ella cuando estuvo a punto de sacar al tercero y último corredor. Pero el coche arranco de repente y Laura corrió hacia el suyo con los dos chicos tras ella. Zack se subió en el asiento del copiloto obligando a Francis a ponerse detrás, al saber que Laura tenía prisa sería capaz de arrancar sin él y es que, cuando Francis estaba a punto de cerrar la puerta, Laura ya había arrancado y la puerta casi se la lleva una farola que había al lado.
-¡Loca! – gruño Francis mientras se ponía en medio de los dos asientos de delante.
Laura no contesto y siguió al que se le escapa. Francis cogió el teléfono para llamar a sus compañeros para que cogieran a los que habían dejados en la autopistas con las esposas. Tan pronto colgó, Laura hizo una curva haciendo que Francis se diera con el cristal de la ventanilla de la izquierda y el móvil volará hacia el lado contrario. Francis se frotaba la parte herida mientras se quejaba levemente, Zack solo se reía divertido y entusiasmado. Laura llego a derrapar de manera escandalosa y Francis volvió a gritar como una chica.
-¡¡¡Wiiiiiiiiiiiiiiii!!! – grito eufórico Zack.
-¡Voy a morir! – lloriqueaba Francis.
-¡Cállate! Esto es lo mejor del mundo – decía entusiasmado Zack.
Laura seguía ignorando a los de al lado y volvió a derrapar, estaba el que se dio fue Zack, que hizo lo mismo que Francis hizo segundos antes, solo que él se reía. Llegaron a la ciudad y Laura estuvo a punto de atropellar a un mujer que pasaba con unos tacones y no tenía posibilidad de escape, pero Laura sabía conducir muy bien e hizo un zigzag, haciendo que el coche se levantará sobre las dos ruedas derechas. Francis cayó al otro lado del coche y Zack se le quedo pegada la cara al cristal.
-¡¡Quiero bajar!! – seguía lloriqueando Francis.
-Canate, pesao – decía Zack con la cara aplastada.
Francis no dijo nada porque el coche volvió a estar a dos ruedas y al botar en el asiento se dio en la cabeza contra la linterna del techo del coche. Zack seguía con sus gritos eufóricos y Francis lloriqueando con que se iba a morir sin llegar a los treinta y sin novia.
-Por favor, Laura ¡¡BAJAME!! – suplica el castaño mayor.
Pero ella seguía ignorando como si la cosa no fuera con ella, aunque en esta ocasión sonrío divertida. El coche que perseguía freno en un callejón sin salida y Laura casi choca, pero derrapo otra vez dejando el coche de lado que al salir estuviera frente al tío del coche. Bajo rápidamente y le cogió y le puso las esposas. Zack se había bajado del coche con una enorme sonrisa y mirando la escena de la detective, sonrío aún más. No todos los días se veía a una detective en una persecución y se vivía. Lo único es que Francis no salía del coche, tenía puesto los pies sobre el sillón, y se cubría la cara con las piernas mientras seguía lloriqueando que casi se muere. Se había vuelto tan loco que creía que el coche seguía en marcha y gritaba que parará…
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