Especial Navidad.
Capítulo Especial - El caso navideño.
Parte I
Capítulo Especial - El caso navideño.
Parte I
Dormir. Dormir es lo que quería en ese mismo momento Francis. Bostezó otra vez y volvió a estremecerse de frío. Los copos de nieve caían a su alrededor, pero él no dejaba de observar el escaparate de la tienda de videojuegos, pensando en si de verdad son tan adictivos.
-Hace un frío que pela y yo pensando en videojuegos. Si es que… - se recriminaba a si mismo mientras giraba sobre sus talones.
-¿A dónde vas, zumbao? – le llamó Zack, que salía de la tienda que antes observaba el policía novato.
-Anda. Hola pequeñajo. ¿Con este frío y tú por aquí? – le preguntó Francis sorprendido mientras se abrazaba así mismo.
-Comprándole un regalo a mi primo pequeño. Se llama no sé que, de un Profesor Layton – explicó mientras elevaba una bolsa con la marca de la tienda.
-A esos juegos jugaba yo de pequeño – sonrió recordando sus viejos tiempos.
-Es decir, ahora ¿no? – se burló empezando a reír.
-Ja. Ja – rió irónico mientras se daba la vuelta.
-Por cierto ¿qué haces tú por aquí?
-Pasando el tiempo.
-¿Te aburres?
-Un poco.
Francis pudo observar a cierto conocido, caminar por la calle, congelado y estornudando como un loco, mientras llevaba las manos en los bolsillos.
-¿Ese no es Johan? – preguntó Francis señalando al detective que casi caía al suelo al estornudar.
-Si esta pirado, sí. Si no esta pirado, no – sentenció Zack mirándolo – Como se ha caído de manera ridícula, sí que es Johan.
-¡Ey! ¡Johan! – chilló Francis impulsando el volumen de su voz, colocándose las manos a ambos lados de la boca.
-¿Qué haces? – exclamó nervioso el castaño menor - ¡No le llames!
-Tarde. Ya viene hacia aquí – rió mientras Johan venía tropezándose con la nieve del suelo.
-Hola – saludó congelado el detective.
Sonrió de forma fingida y con una cara pálida, que daba bastante miedo a ambos chicos.
-Hola Johan. ¿Dónde esta Kevin? – preguntó rápidamente Zack.
-Se ha ido a Milán para pasar las navidades con sus padres – le explicó Johan mientras se cruzaba de brazos y rechinaba los dientes.
-Que suerte.
-¿Tú no celebras las navidades con tus padres?
-Claro que sí. Vivo con ellos. Lo digo porque va a Milán. Siempre he querido ir.
-Él es de allí. Por eso tiene que ir a Milán.
-Pues eso, ¡que suerte!
-Bueno, ¿vosotros que hacéis por aquí, sin Laura?
-Yo estaba mirando un escaparate y el pequeñajo saliendo de una tienda. Hemos coincidido por pura casualidad – le explicó Francis volviendo a abrazarse a si mismo.
-Y Laura esta de vacaciones navideñas con Luther, de viaje a un parque de esquí en los Alpes. Más o menos, creo que es por ahí – recordó Zack mientras se ponía en pose pensativa.
-Yo creo que debería haberse quedado y celebrar la navidad con sus padres, o nosotros – señaló Francis.
-Imposible. Su madre esta desaparecida. Su padre ahora mismo esta haciendo una persecución a un famoso narcotraficante por Alemania. Y su hermano Armando trabaja los días de Navidad – intervino Johan.
-Vaya. Pobrecita…
-El único con quien le queda pasarlo es con Luther. Por algo es el novio – rió Johan mientras se volvía a rechinar los dientes.
-¡He dicho fuera de esta zona! – gruñó un guardia cercano a un niño que parecía llevar un cohete entre sus manos.
-¡No jodas, viejo! – amenazó el chico mientras le enseñaba la lengua.
-Vaya con los jóvenes de hoy en día – murmuró el guardia.
Johan se acercó al guardia, pasando cerca del pequeño.
-¿Qué ha pasado? – le preguntó Johan mirando al pequeño refunfuñar.
-Ha habido un accidente bastante grave – masculló el guardia.
-¿Cómo? – preguntó ahora Francis, llegando a donde estaban.
-Un cohete como el de ese niño, ha estado a punto de darle a uno de los banqueros que estaba saliendo ahora mismo de trabajar.
-¿A un banquero?
-Sí.
-Pero, ¿se encuentra bien?
-No muy bien. Esta mareado y tiene un herida leve en el brazo izquierdo.
-Yo soy detective. Me permitiría… - miró a las caras asesinas de Francis y Zack -… digo, nos podría dejar a mí y a mis… compañeros, pasar para preguntarle a ese banquero como ha sucedido todo.
-Faltaría más.
El guardia les hizo una seña con la mano, dejando que los tres pasarán. Les señalo donde se encontraba el banquero que estaba siendo atendido por un hombre que decía ser médico. Se acercaron a él.
-Hola – saludó de forma efusiva Johan - ¿Es usted el banquero que ha sido “atacado” por un cohete?
-Sí. Soy Henry ¿y ustedes?- preguntó con una ceja alzada.
-Yo soy el detective Johan. Este es el agente de policía Francis y este jovencito es Zack – les presentó.
-Encantado – dijeron al unísono los dos castaños.
-Me podría decir que ha sucedido exactamente. Si no es molestia.
-Bueno, me disponía a salir del banco, mientras lo cerraba, cuando vi como algo brillante y relampagueante se acercaba a mí a una gran velocidad. Me asuste, naturalmente. Pensé que se trataba de una bala. Hice un movimiento brusco, que como puede notar no fue el adecuado. Cuando supe que era un cohete, no tuve tiempo a reaccionar y me golpeé en la mano. Tenía que tener algo afilado, porque me hizo este corte en el brazo.
-Vaya. El pobre chico no sabe hacerlo muy bien.
-No pudo a ver sido ese niño.
-¿Por qué?
-Porque ese niño es mi sobrino.
-¿Su sobrino? ¿Qué tiene que ver que sea su sobrino para que no haya sido el lanzador del cohete?
-Por dos razones. La primera, es que mi sobrino solo tiene un cohete, que es el que ahora mismo tiene en sus manos. Lo segundo es, que juro por mi vida y mi dinero, que ese cohete no tuvo mala puntería.
-¿A qué se refiere?
-A que ese cohete venía directamente a por mí. No fue ningún accidente que fuera dirigiéndose hacia donde yo me encontraba.
-Señor Henry. Si esta en lo correcto… estaríamos hablando de un intento de asesinato.
-Ya lo sé, señor detective. Si no, no hubiera hablado con ustedes.
-Puede esperar un momento.
-Claro.
Johan se dio la vuelta y se llevo consigo a los dos chicos.
-Este caso es mío. Largaos.
-Ni de coña – rajó Zack – Que no este Laura no quiere decir que no sepamos arreglárnoslas sin ella.
-No me refiero a eso. Simplemente, es que este caso lo he encontrado yo.
-Eso es mentira. Ha sido entre los tres – se quejó Francis.
-No hagáis esto ¡por favor! Quiero demostrarles a Kevin y a Laura de lo que soy capaz por mí solo.
-¡Y nosotros se lo queremos demostrar a Laura!
Johan suspiró y miro mal a los chicos, mientras miraba de reojo al banquero, que veía el resultado de la curación de su brazo.
-Esta bien…
Parte II
Johan estaba temblando, muerto de frío, porque se había tirado en la nieve.
-Johan, ¿qué se supone que haces? – le preguntó tiritando Zack.
-Buscar pistas – le castañearon los dientes mientras respondía.
-¿En la nieve? – preguntó Francis de brazos cruzados y jugando a congelar su aliento.
-Sí. Así lo hacían los indios – le respondió, haciendo que Francis alzará una ceja e imitará su situación.
-Para empezar, los indios vivían en los desiertos, y ahí nunca nevaba – le cortó Zack con un gesto de incomodidad.
-¿Y qué?
-Que si no había nieve, este truco que usas, no lo inventaron ellos.
-¿Tú estudias en el colegio, a los indios?
-Claro que no. Pero esto es de sentido común.
-¿Acaso sabes donde viven los indios?
-¿Es que tú nunca has visto en tu vida, en tu mísera vida, una película de vaqueros?
-Mis padres me lo prohibían, porque eran muy violentos.
-Pero si las caídas son tan ridículas que parece que se echan a dormir.
-A mis padres también le parecían violentos – intervino Francis.
-¿De verdad? Que padres más raros había en vuestro época – razón Zack.
-Perdona. Pero tú tienes diecisiete años, nosotros solo tenemos unos siete más que tú, pequeño engreído.
-Pero si tenéis la mentalidad de uno de diez.
-Hablo Aristotoles – volvió a interrumpir Francis.
-¡Es Aristóteles! – gritó Zack - ¿Os queréis levantar del suelo? ¡La gente nos esta mirando con cara de locos!
-Es que vieron primero la cara de Francis – masculló Johan levantándose de la nieve y limpiándose los copos que cubrían su abrigo.
-Oíd – el guarda se acercó a ellos – Allí enfrenté hay una tienda de cohetes.
-No jodas – dijo por lo bajo Zack – Y nosotros haciendo los idiotas en el suelo. Bueno, ellos, no yo.
-Yo me voy. Suerte con el caso – les dijo mientras caminaba a su puesto.
Zack miró con los ojos entrecerrados y de forma asesina a Johan, que se reía nervioso mientras se preparaba para correr hacia la tienda. Y no tardó más de dos minutos en hacerlo. Francis aún no se había levantado, y hasta parecía que se había quedado congelado y por eso no podía hacerlo. Zack le dio una pequeña patada en la cabeza y Francis se levantó rápidamente y sonrió nervioso mientras se frotaba la cabeza, aunque Zack sabía perfectamente que estaba frotándose en lado en el que le pego la patada; le había dolido.
-¿Vais a venir? – preguntó en un grito Johan, delante de la puerta de la tienda de cohetes.
La mirada asesina que le envió Zack, provocó que Johan se encogiera repentinamente y la suya se desviará hacia un lado, como si estuviera perdida.
-Ya vamos – dijo mientras caminaba hacia él, seguido de cerca por Francis.
Francis miraba hacia los lados, sin prestar mucha atención por donde caminaba. A los segundos entraron en la tienda, y no pudo sostener un sonido de impresión: había cohetes colgados del techo, pegados en la pared, en carteles y hasta cometas que tenían un cohete pegado.
-Perdone – Johan sonrió pícaro y se acerco a la chica que se encontraba en la caja.
-¿Sí? – ella sonrió con tal desinterés que Zack se alarmó y dio un paso hacia atrás, sorprendiendo a Francis, que estaba a su espalda.
-Venimos para investigar un crimen – dijo Johan mientras miraba los cohetes.
-¿Quién ha muerto? – a la chica parecían haberle brillado los ojos.
-Nadie, aún – murmuró lo último Francis.
-Oh, vaya… - la decepción que mostró en un suspiro, asustó aún más a Zack.
-¿Cuántas personas han comprado hoy unos cohetes? – preguntó Johan con una ceja alzada.
-No muchas. Solo una, en realidad – respondió mientras miraba a los lados.
-¿Solo una? – Zack parecía incrédulo.
-Sí. Extraño ¿verdad? – dijo mirándolo con dulzura.
-Por favor, tengo diecisiete años y me mira como si fuera uno de cinco – murmuró Zack hacia Francis.
-Tiene pinta de loca – dijo Francis mirándola.
-Entonces es tu tipo – rió Zack por lo bajo.
-¿Pagó con tarjeta? – preguntó otra vez Johan.
-Sí.
-Entonces la cosa no es tan complicada – rió Zack.
-Toma – la chica le entregó a Johan un papel con el nombre del sujeto.
Johan le agradeció la colaboración y salió. Llegaron a donde estaba la víctima y le preguntaron si conocía al hombre en cuestión.
-Sí. Ese tipo vino ayer a pedir una deuda. No podía dársela, llevaba muchas encima.
-Típico. Venganza – susurró Johan.
Johan hizo una llamada para saber donde vivía, y se lo dijeron con la misma rapidez con la que ellos llegaron a situarse delante de la casa. Johan les dijo a Francis y a Zack que él entraría en la casa y se quedaran fuera. Ellos asintieron de malhumor, pero obedecieron. Johan se alegró de que no tendría que estar obligado a esconder sus poderes. Derribó la puerta y entró rápidamente.
-Para hacer eso ¿no hace falta una orden de registro? – le preguntó Zack a Francis.
Este solo se encogió de hombros y se puso a ladear la cabeza, como insinuando que no sabía.
-¿Cómo no lo vas a saber? ¡Eres policía! ¿Recuerdas?
Francis rió nervioso. No, no lo recordaba.
Mientras tanto, Johan se flipaba por lo que había encontrado. El tío tenía una pistola en mano, estaba en el sofá, agarrando una nota con su otra mano y una bala le había atravesado la cabeza.
-¿Se ha suicidado? – se preguntó Johan mientras veía el cadáver.
Era reciente, por lo que tendría que haber ocurrido justo cuando se dirigían hacia aquí. Johan se percató, de que alguien más se encontraba en la habitación, por lo que puso las manos en posición de generar una esfera de agua, y lanzársela al que estuviera ahí dentro. Un ruido se escuchó a su espalda y se agachó a tiempo de esquivar el golpe de alguien. Cuando se levantó vio que se trataba de alguien que no conocía y que le estaba apuntando con un arma.
-¿Has traído dos? ¿Una para inventarte un suicidio y otro para defenderte de mí? – Johan estaba cuestionando eso antes de que estaba siendo apuntado por un tío que no conocía y no pensaba dejarle escapar después de lo que había visto.
El hombre hizo una mueca de confusión y le quito el seguro al arma. Cuando estuvo a punto de apretar el gatillo, Johan corrió hacia él y le hizo un placaje, derribándolo. Johan gritó porque se había hecho daño en la espalda, mientras que el otro chico, estaba inconciente porque se había dado un golpe en la cabeza al caer.
Francis y Zack entraron corriendo tras oír el grito tan afeminado, que sin duda era de Johan. Le intentaron ayudar a levantarse, pero le dolía tanto que no podía.
-Tendrás una hernia discal – dijo Zack llamando con el móvil a una ambulancia – Francis, tú llama con tu móvil a la policía.
La cara de tonto que puso Francis, hizo pensar a Zack que el novato no tenía un móvil, por lo que tras llamar a una ambulancia, llamó el mismo a la policía. Johan se seguía quejando sin poder levantarse.
-Si Kevin llega a pensar que fuimos nosotros – se acordó Francis con una sonrisa nerviosa.
-Ya ha llegado la ambulancia – dijo Zack al oír la sirena.
Después de unos minutos, Johan estaba en una camilla con una cara de minusválido que parecía ser fingida, mientras que el chico estaba conciente y dentro del coche de policía. Para Zack la cosa estaba clara…
-Eran compañeros. Se pelearon y ese mató al otro. El que murió compró el cohete, seguramente lo lanzó el que se lleva ahora la policía – se lo explicó a Francis, que asentía con seguridad.
-¿Alguno piensa acompañarme al hospital? – preguntó Johan con mala cara, mientras se llevaba una mano a la espalda.
-Lo siento. Yo tengo que celebrar la Navidad con mi madre – rió Zack.
-¿Y tu padre? – preguntó Francis.
-Hace meses que no le veo. Pasa pocas veces por casa y casi nunca hablamos – zanjó sin darle mucha importancia.
-¡Oye! ¡Estábamos hablando de quien me acompaña! – gritó Johan.
-¡Feliz Navidad en el Hospital, Johan! – felicitó Zack mientras se escabullía junto con Francis.
-¡Mierda!