Johan había perdido de vista a Laura y a Luther. Seguía corriendo por la calle, dejándose llevar por su propio instintito. Si se diera cuenta de que su instintito siempre había estado mal colocado, se pararía e iría por otro lado. Paró en seco cuando divisó una calle cortada por la policía. Corrió hacia ella mientras observaba los alrededores de la calle que empezaba a vaciarse. Saltó de un ágil salto la valla, que prohibía el paso, y con la misma rapidez inicial, corrió para encontrarse con los primeros policías.
-¡Johan! – le llamaron en un susurro.
Johan giró la cabeza a la izquierda, y luego a la derecha. Laura le hacia señas tras un edificio, indicándole que fuera hacia ella, mientras que caminaba disimuladamente en su dirección. Cuando paso la esquina se dio cuenta de que Luther también estaba allí.
-¿Qué pasa? – susurró mientras se inclinaba para recuperar el aliento.
-Los tienen rodeados – aclaró Luther.
-¿Qué? ¿A la policía? – preguntaba desconcertado - ¿Cómo?
-Los policías son unos vagos – masculló Laura.
-Les hicieron dirigirse hacia unos almacenes abandonados – volvió a aclarar Luther.
-¿Quién?
Luther se cayó. Si les decía que había sido él, seguro que Laura no se lo perdonaría en la vida. Tendría que guardar silencio de por vida, mientras que tenía que hacer callar a los tres que le interrogaron. Una miradita cargada de ira, se dirigió a Luther. Johan cargaba contra él, por el repentino silencio que había hecho el chico.
-¿Quién lo dijo? – preguntó otra vez.
-No lo sé – respondió tajante.
-¿Cómo que no lo sabes? – Johan se estaba enfadando cada vez más.
-No soy adivino ¿sabes? – gruñó Luther acercándose a él de forma amenazante.
-Pues yo sí. Y te avisaré de que vas a acabar en el suelo con la nariz más rota que antes.
-¿Ah sí?
-¡Sí!
-Eso habrá que verlo.
-¡Eh! – Laura jaló de Luther, separándolo de Johan – Vamos a ayudar a los vagos de la policía y dejemos las tonterías para luego ¿entendido?
Johan y Luther estaban demasiado ocupados, matándose mutuamente con la mirada, como para escuchar a Laura. Esta se enfado y chasqueó los dedos de ambas manos, haciendo una bola de fuego, que luego colocó frente al rostro de los dos chicos.
-¿Entendido? – dijo con una voz siniestra.
-S-sí – dijeron al unísono dando instintivamente un paso hacia atrás.
-Bien. Vamos a ayudarlos – sonrió agarrándolos a ambos de los brazos.
-Da miedo – masculló Johan mientras se dejaba llevar por ella.
Laura siguió a lo suyo mientras Johan y Luther se mataban con las miradas.
Francis estaba desesperado. Kevin intentaba pensar un plan. Zack empezaba volverse loco. Jericó tenía que aguantarlos mientras aprovechaba sus últimos minutos de vida.
-Aún no he tenido una vida lo suficientemente guay como para que me maten, justo AHORA – masculló Zack mientras veía a Francis – Y mucho menos con el zumbao a mi lado.
-No se me ocurre nada, comisario – le dijo Kevin a Jericó – Ha sido una extraordinaria emboscada que seguramente no tendrá muchas soluciones para escapar.
-Eso no hace falta que me lo recuerdes – le respondió él tajante.
-¿Quieres? – un policía le mostró un paquete de cigarrillos a Francis – Si son nuestros últimos momentos hay que aprovechar ¿no?
Francis le miraba entre confuso y deseó de probar algo a lo que todo el mundo se vuelve adicto tarde o temprano.
-No, gracias, Brus – le dijo mientras lo aportaba con la mano.
-Vale – rió con una risa que tranquilizó un poco, por dentro a Francis.
-Oye, ¿tú sabes como es ese tal “Killer”? – le preguntó con una ceja alzada.
-Pues claro. Su nombre real es Óscar Kior – respondió asintiendo seguro.
-¡¿Óscar Kior?! – preguntó Francis mientras se levantaba bruscamente del piso.
-Ajá. ¿Por qué lo gritas?
-¡Lo conozco! Iba conmigo a las clases de boxeo.
Brus rió.
-¿Tú? ¿En clases de boxeo? No me hagas reír que debería estar más triste.
-¡No! Es en serio. Óscar Kior era el payaso. Aunque dejo de asistir misteriosamente a las clases.
-¿En Octubre? Por casualidad…
-Sí, creo que fue en Octubre.
-No me extraña. A los padres de Kior lo asesinaron justamente en Octubre. Se creyó que también lo mataron a él, porque desapareció. Pero muchos confirmaron que solo habían fallecido sus padres y que él había escapado. O huido horrorizado al ver la escena.
-¿De verdad?... Quizá por eso se habría puesto a asesinar.
-Sí. Al principio se supo que iba tras los de la masacre, pero luego – hizo una pausa y una sonrisa triste cubrió en su rostro – Acabo matando a gente por propio gusto. No solo es un asesino conocido, sino que también lo es a sueldo. No me imagino el sufrimiento de toda esa gente que conocía a las miles de víctimas de Killer.
Francis le observó bastante decepcionado. No se podía imaginar como el sufrimiento de uno, podría provocar la muerte de tantos. Dirigió una mirada confusa hacia Zack, que intentaba quitarse los cordones de los zapatos.
-¿Qué haces, pequeñajo? – le preguntó con un toque de sorna.
-Intento hacer una soga para ahorcar al malo que se me acerqué. Si voy a morir aquí, quiero que sea como un valiente.
-No vas a morir aquí. Además, si nos matan, serán los francotiradores.
A Zack una gotita se le caía por la cien.
-Es verdad… - pensó.
Ya veía como iba a morir. Sabía que nada lo libraría de la muerte que empezaba a ser cada vez más próxima. ¿Nada?
-O correr por ti mismo o te hago correr a golpes – le amenazó Laura a Johan.
Johan estaba tan cansado de correr, que al ver las escaleras por las que tenían que subir al enorme edificio donde estaba la mitad de francotiradores, se le saltaron los ojos y se cayó de rodillas.
-¡No! ¡Por favor! – le suplicó entrelazando los dedos.
-¡Que subas! – le gruñó Laura.
-No me hagas esto.
-Tú no le hagas esto a Kevin.
Johan se repuso rápidamente y subió las escaleras de una manera sobrenatural.
-Esta visto que le tiene aprecio al chico ¿eh? – dijo sonriente Luther a Laura.
-Ya… - dijo Laura con cierta melancolía.
-Por cierto, ahora que estamos unos minutos solos – dijo Luther pícaramente mientras se acercaba a ella.
-Por cierto, ahora que se lo que has estado haciendo ¡quiero que me cuentes desde cuando conocías a Killer! – gruñó ella dándole un empujón.
-Ya veo. No puedo tener un momento tranquilo – masculló él llevándose una mano a la frente con cansancio.
-¿A ti que te pasa Luther? ¿Acaso tienes dos personalices? Tú no eres el Luther tontorrón y tranquilo que conozco. ¡Eres más lanzado y muy sarcástico! – le gritó en un susurro, para no delatar su posición.
-¿Y?
-¿Cómo que “y”?
-¿Y qué quieres que le haga?
-Luther, ¿qué te pasa?
-¿A mí? Nada.
Luther se encogió de hombros y dio la vuelta dispuesto a subir las escaleras. Laura le agarró de la muñeca y lo atrajo hacia ella con dureza.
-¿Te han drogado? – le preguntó Laura mirándole fijamente.
-Suéltame – ordenó con fiereza Luther.
-Responde.
-Claro que no me han drogado.
-¿Qué te han hecho, entonces?
-Laura, no me han hecho nada.
-Entonces explícame como es que no eres el mismo de siempre.
-¡Sí que lo soy! ¡Yo soy así! ¿Sabes lo que pasa? ¡Que no puedes saberlo todo de mí porque te pasas todo el tiempo haciendo casos con ese maldito policía novato!
-Es mi trabajo.
-Pues no hace falta que te recuerde que por tu trabajo, uno de los dos tuvo que reducir su tiempo para poder estar juntos. Lo hice yo por ti, ¡por eso me despidieron!
-Pero si te despidieron por que tenían que reducir los empleados.
-¡No! ¡Te mentí! Lo hicieron porque no trabajaba lo mismo que cobraba.
-¿Y porque no me lo dijiste?
-Si te lo decía, hubieras dejado tu trabajo.
-Cierto.
Luther rió al oír la tontería que había soltado Laura. Ella sonrió al ver que había conseguido alegrar la situación.
-Pero eso no me explica porque conocías a Óscar Kior – le volvió a amenazar ella con rapidez.
-Eso ya es más complicado. Verás, él…
Luther fue interrumpido porque Johan había bajado rodando por las escaleras haciendo bastante bullicio a su paso. Laura se acercó cuando llegó al final de los enormes escalones y se acuclillo a su mísera altura.
-¿Qué te pasa ahora, Johan? – le preguntó con una sonrisa socarrona.
-Me los he cargado, gracias – dijo poniendo sarcasmo en la última palabra.
-¿Y por qué has caído rodando por las escaleras? – intervino entre risas Luther – ¿Estabas probando una nueva manera de bajar más rápido?
-No, listillo. Simplemente me tropecé y acabé como acabé – dijo levantándose y limpiándose el polvo invisible.
-¿Rodando por las escaleras a lo “no-Rambo”?
-¡Deberías callarte listillo! Les he pegado una paliza que…
-Flashback-
Johan llegó al último piso respirando de forma agitada. Se quitó el sudor de la frente, suspiró intentando echar la carga que llevaba encima, y de una patada derrumbó la puerta. No dio tiempo a sobresaltó de los francotiradores de la azotea y provocó que su cuerpo se convirtiera en un líquido, despistando a los francotiradores.
-¿Quién a abierto la puerta? – preguntó uno de ellos con un leve temblor.
-No sé. Parece que se ha abierto sola – respondió otro.
El líquido (Johan) se extendió de forma casi indetectable, de forma que llenó todo el suelo de si mismo. Se elevó con rapidez convirtiéndose otra vez en forma humana, pero dejando el agua en el suelo. Los francotiradores se asustaron y apuntaron a Johan, pero él, con un simple chasqueó de dedos, consiguió que el agua se convirtiera en un vórtice por el que cayeron todos los francotiradores. Johan sonrió victorioso y se acercó a la puerta por la que había entrado. Se dispuso a bajar las escaleras cuando se tropezó con su propio pie y cayó, empezando a rodar por las propias escaleras.
-Mi madre – masculló mientras rodaba.
-Fin del Flashback-
-Si es que soy un verdadero crack – fanfarroneó Johan señalándose a si mismo de forma triunfadora.
-¿Por caerte por las escaleras? – se burló Luther.
-Por ganar a vuestros estúpidos siervos – dijo cortante.
-¿Nuestros?
-Los tuyos y de Killer.
-Ya no estoy con él.
-A mí me da que todavía si.
-¡Dejadlo ya! ¿No podéis estar un minuto sin pelearos? – intervino Laura.
Johan y Luther se mataron con la mirada.
-¡¡No!! – gritaron los dos al unísono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario