lunes, 2 de enero de 2012

Capítulo 6 - ¿Quién habrá robado el famoso cuadro de "Las mariposillas"? (I)

Versión Laura y Francis.

Laura y Francis caminaban por los largos pasillos de uno de los más famosos museos de Roma, donde había habido un robo. Habían robado un cuadro bastante famoso, conocido como “Las mariposillas”. Según Francis, este caso podría abrirles las puertas a su futuro, ya que si pillaban al ladrón, la prensa les tomaría como héroes y personas únicas. “Personas únicas”, esa era la frase que había tomado Laura de todo ese discursillo que había soltado. Ella ya era bastante única y ya era bastante conocida, pero viendo que ha Francis no le conocía nadie que no sea el gato de su casa, era normal que quisiera la fama de ese caso. Llegaron hasta una gran sala donde algunos fotógrafos, estaba sacando fotos al lugar donde debía estar el cuadro. Laura se acerco a un cabreado, bueno, cabreadísimo Jericó, que estaba gritando a sus agentes, para la suerte de Francis, ahora iba con Laura y no tenía que estar en la piel de gallinas de sus compañeros.

-¡¡¡Encontrad ese cuadro u os despediré a todos, panda de vagos!!! – gruño el comisario mientras les tiraba una carpeta que llevaba en la mano.
-Sí, si comisario – asentían los agentes antes de salir corriendo del lugar.
-¡Mano dura! – dijo Laura sonriendo divertida – Por fin admites que son una panda de vagos ¿eh?
-¿Qué haces aquí, Laura? – pregunto Jericó.
-Me ha llamado el propietario del museo. Quiere que yo me ocupe de este caso y descubra quien habrá robado el cuadro – sentencio la detective mientras sonreía victoriosa ante el comisario.
-¡Oh! Señorita Laura me alegro de que haya venido. Es para mí un placer que haya decidido ayudar a nuestro museo para recuperar el cuadro, siendo la mejor detective actualmente de Italia – dijo un hombre de cabellos blancos que venía a paso rápido.

Tras el hombre venía una mujer con unos papeles en la mano que resguardaba contra su pecho. La mujer era de cabellos rojos teñidos y llevaba las gafas de un color ¿amarillo chillón?

-Pero, Sr. Martínez, yo ya había contratado al mejor detective de Italia – dijo la del rojo teñido.
-Eso es imposible. La mejor es ella – dijo el hombre señalando a una Laura que había perdido la sonrisa de victoria.
-¡Abran paso al mejor! – dijo Johan entrando mientras Kevin empujaba a un agente que estaba delante del camino de su maestro/compañero.
-Ya vienen los payasos que se fueron ayer del circo – susurro Laura de una manera que solo Jericó y Francis pudieron escuchar.
-¿Y ese quien es? – pregunto Jericó.
-¿No le conoce? – interrogo Laura mientras miraba sorprendida.
-No, para nada – respondió el comisario.
-¡Eh! ¡Los payasos que se escaparon ayer del circo! Aquí el comisario de la mejor comisaría de Italia no tiene ni idea de quienes sois – grito Laura llamando la atención de los pijos – Ahora que lo pienso. Si tu comisaría es la mejor, ¿cómo de vagos serán las demás?
-Laura este no es ni el momento ni el lugar – replico Jericó.
-Pero si tenemos aquí a Laura y a su mascota – dijo Johan sonriendo triunfante.
-¿Qué dices? El perro me lo deje en casa – explico Laura mientras la mitad de la sala se reía.
-Se refiere a eso de ahí – dijo Kevin señalando a Francis.
-¿Yo? Cómprate unas gafas, o quítate el espejo de delante – replico Francis dejando a Laura sorprendida.
-Has aprendido bien – susurro ella.

Johan y Kevin miraban agobiados y enojados a la pareja y luego miraron hacia la chica del pelo rojo teñido (A partir de ahora se llamará así, se llame como se llame).

-Señora “Vegetariana” o como sea. ¡¿Qué hacen ellos aquí?! – pregunto enojado Johan mientras intentaba no estallar de ira.
-Yo les he llamado. Ese cuadro es muy famoso por lo que necesitaba a la mejor, es decir, a Laura – dijo el director del museo.
-Usted debe de ser el Sr. Martínez. Primero que nada, hola y buenas. Segundo, ¿qué tontería es esa de que ella es la mejor? – pregunto con falsa cortesía Kevin.
-Eso esta más que claro. No podéis venir vosotros así como así. No sé ni quienes sois – sentencio el Sr. Martínez.
-¿Q-que no sabe…. quienes somos? – pregunto cabreado Johan.
-Yo les diré quienes son, Sr. Martínez. Son los payasos que se fueron ayer del circo. O sino, son los monos que han dejado libres los del zoo de San Francisco – dijo Laura haciendo que en esta ocasión la sala entera estallará en carcajadas que dejaban en ridículo a los dos chicos – Pero debo admitir una cosa. Los monos de la especie de esos dos tienen su don detectivesco. Encuentran un plátano que tiene delante de ellos, pero en cuanto lo cogen ya no saben donde están.

La sala entera seguía entre carcajadas, especialmente Francis que casi se caía al suelo.

-¿Quiere a esa detective que se ríe de los demás? – pregunto hiriendo Johan.
-Por lo menos la conozco. Pero ahora que lo pienso, si que tienen cierto parecido con esos monos ustedes dos – rió el Sr. Martínez. Luego señalo la puerta – Ahora por favor váyanse.
-¡Espera! – dijo la del pelo rojo teñido justo cuando estaban dándose la vuelta – No puede dejarlos marchar. ¡Les he pagado!
-Pues lo siento por usted. Piense y pregunte señorita Vegelian – dijo Jericó que parecía estar metido en la broma.
-¡Pues no! Hagamos un trato Sr. Martínez – dijo la del pelo rojo teñido acercándose hacia el director del museo.
-¿Cuál?- pregunto este.
-Si el señor Johan encuentra el cuadro antes que la señorita Laura, me subirá el sueldo un 25%. Pero si la señorita Laura encuentra el cuadro antes que el señor Johan, me bajará el suelo un 25% - dijo la del pelo rojo teñido.
-Suena tentador – dijo pensativo rascándose la barbilla – Trato hecho.
-Confío en usted señor Johan – dijo la del pelo rojo teñido pasando al lado del detective.
-Esta es una apuesta fácil para usted ¿verdad, señorita Laura? – dijo el Sr. Martínez mientras Laura asentía sonriendo.
-¡Vamos Francis! Esto va a ser divertido – dijo Laura mientras le miraba ilusionada por lo que estaban a punto de hacer.

Laura y Francis salieron del museo con dos únicas pistas; una huella dactilar que había en un lado de la pared y que la semana pasada hubo un intento de robo y que habían detenido a uno de la banda. Laura sugirió empezar por llevar la huella ha investigar de quien se trataba. Llegaron a un viejo edificio que se encontraba a unas calles de distancia del museo.

-¿Ha que hemos venido aquí? – pregunto Francis extrañado mientras subía las escaleras siguiendo a Laura.
-Tengo un amigo que es muy bueno para confirmar el ADN y las huellas dactilares de alguien – dijo Laura mientras llegaba delante de una puerta.
-Pero ¿no es algo ilegal hacerlo sin ser un policía? Es más ¿cómo entra en la página de la nacional? – interrogaba Francis.
-Si es ilegal. Pero yo le conseguí los derechos y él solo consiguió la contraseña para entrar en la nacional ya que nunca se la quisieron dar, aún teniendo los derechos – sentencio tocando la puerta.

Al abrir la puerta un chico de no más de veintisiete años les abrió. Era moreno y vestía con un chándal que le quedaba bastante grande.

-¡Laura! – dijo abrazándola.
-¿Adonde vas con esas pintas? – pregunto mirando a su amigo.
-Bueno, me la regalo mi ex novia – explico el chico.
-¿Te dejo? – pregunto preocupada Laura.
-Sí. Pero no pasa nada, pensaba dejarla yo, solo que se me adelanto – sentencio el moreno mientras suspiraba – Y no me presentas a tu compañero.
-¡Sí! Francis, es mi compañero y Max es mi gran amigo de la infancia y un genio informático y un hacker – dijo Laura mientras daba un corto abrazo a Max.
-¿Hacker? Wow – flipo Francis.
-Encantado Francis – dijo Max estrechándole la mano.
-Necesito que me ayudes con una huella dactilar – dijo Laura.
-Claro, pasad – invito Max

Al entrar el salón, estaba increíblemente ordenado y lleno de cables y ordenador, portátiles, impresoras, escáneres, teclados y televisores.

-Sí que estás loco por la informática – dijo Francis mirando toda la sala.
-Bueno, Laura. Dame esa huella – dijo Max mientras se sentaba en una silla giratoria que había delante de un ordenador bastante grande.

Laura le entrego un papel transparente que contenía una huella que fue traspasada de la pared al papelito. Max la metió en un escáner y la escaneo. En cinco segundos salio el resultado.

-La huella pertenece a un tal Hyun Collin – dijo Max mientras miraba la fotografía y los datos del poseedor de la huella
-¿Qué más me puedes decir? – pregunto Laura.
-El tal Hyun Collin tiene treinta y cuatro años. Vive en la calle caracol número siete. También dice que trabajaba de abogado pero fue despedido y ahora trabaja de basurero – dijo    Max mientras hacia imprimir esos datos.
-Vaya. Parece que no solo Luther fue despedido como abogado – decía Laura pensativa.
-¿Y como le va a él? – interrogo Max
-Bien. No es lo mismo ser mecánico que abogado pero anda bien – explico Laura mientras cogía lo recién imprimido.
-Eso me vale para saber que os va bien – dijo esbozando una amplia sonrisa.

Francis se sentía fuera de lugar y un poco incómodo. Nunca se siente uno bien cuando se encuentra en medio de una conversación entre viejos amigos y tú, al único que conoces es a la persona con la que vienes, pero es que ha Laura no la conocía del todo, ya que no superaban los diez casos juntos y ella siempre le miraba con esa cara de “Aguanta solo un año más ¡Por favor!”.

-Bueno, ya nos vamos – dijo la detective zanjando la conversación con Max.
-Perfecto. Espero que os vaya bien – se despidió Max con un movimiento de la mano derecha.
-Sí. ¡Chao! – se despidió Francis apresurándose a salir del piso.

Laura salio tras él, después de darle un beso en la mejilla a Max, quien se ruborizo al sentir sus labios en su mejilla derecha. Francis miraba de reojo a Laura, que sonreía mientras leía la hoja que había impreso momentos antes. Cuando salieron del lugar, Francis se planto delante de Laura.

-¿Qué pasa? – pregunto Laura apartando la vista del papel.
-A todo el mundo le das un beso, menos a mí – dijo con falsa seriedad.
-Pero ¿qué demonios dices, Francis? – replicaba la detective mirando incrédula a su compañero.
-¡Le has dado un beso hasta a Zack!
-Ya te he dicho que es porque se parece a mi hermano pequeño.
-Pues podrías besar a tu hermano pequeño en vez de a él.
-¡No podría aunque quisiera!

Francis se quedo helado. ¿El hermano pequeño de Laura esta…?

-Lo siento – fue lo único que pudo decir.
-Ya quisiera oírlo de su boca. ¡¡No me deja ni que le de un abrazo!! – se quejaba la rubia.
-¿Perdona? – preguntaba extrañado el castaño.
-Que no me deja ni abrazarlo. Es tímido hasta conmigo – explico la detective.

Una gotita se deslizaba por la cabeza del agente. Menudo susto se había llevado por un momento cuando simplemente se trataba de un absurdo tema de timidez.

-Me has dado un susto – dijo Francis mientras ponía su mano sobre su pecho, en el lado del corazón.
-¿Por qué, hombre? – interrogo Laura con la cabeza inclinada.
-Porque creía que tu hermano se murió y por eso no podías darle un beso –explico Francis intentando sonreír.

Laura le dio una suave cachetada.

-No digas algo que junte en una frase a mi hermano con morir – dijo dando un escalofrío que dejo en shock al castaño.
-V-vale – tartamudeo mientras daba un paso hacia atrás.
-Bueno ¿nos vamos? – dijo cambiando a una sonrisa.

Francis asintió mirándola extrañado. “¿No será esta chica bipolar?” se preguntaba el castaño mientras ella empezaba a andar hacia su coche.

-¿Te importa si voy en autobús? – dijo Francis con una sonrisa de burla.
-Me da igual. ¡Adiós! –se despidió con un gesto de la mano.
-¡¡Que no!! ¡Es coña! ¡¡Espérame!! – grito corriendo hacia ella cuando estaba abriendo la puerta del coche plateado.
-¿Y ahora que? ¿No ibas a ir en autobús? – pregunto devolviéndole la sonrisa burlona.
-¡Era broma! Era a ver lo que me decías – explico el castaño.
-Pues lo que te digo es que vayas en autobús y ¡va en serio! – dijo metiéndose en el coche y poniéndole el seguro.
-¡No! ¡¡Laura, por favor!! ¡Laura! ¡Que soy tu compañero! ¡Si me abres te juro que no iré contigo a los casos! – negocio Francis.
-Dudo que lo hagas – dijo arrancando el coche.
-¡No, no, no, no, no, no! – gruño el agente mientras el coche se alejaba de donde él se encontraba - ¡¡Nooo!!

Francis se viro y busco con la mirada a un taxi o una parada de autobús. Cuando detecto a un taxi, lo llamo con señas y este aparco a su lado. “¡Mierda! ¿A dónde dijo que íbamos a ir ahora?” se preguntaba el castaño cuando el taxista le pregunto a donde quería que lo llevara.

-¿Piensa decirme a donde va? – pregunto el taxista en un tono impertinente después de unos minutos.
-Sí. Por favor, lléveme a la calle de la comisaría – dijo Francis intentando sonreír mientras el conductor alzaba una ceja con una mueca de desprecio.
-Si es usted policía ¿que hace sin un coche y en un taxi? – pregunto el taxista.
-Pues, no tengo carnet y mi compañera me ha dejado tirada – respondió.
-La verdad es que no me extraña que lo haya hecho – murmuro el taxista mientras se fijaba en el volante del taxi.

No tardo mucho en llegar a la comisaría y Francis se bajo rápidamente, no sin antes pagar el recorrido al taxista que le miraba con el ceño fruncido. Cuando se acerco a la puerta de la comisaría se encontró con el comisario Jericó.

-¿Francis? – pregunto viendo al castaño llegar hasta donde estaba él.
-Hola comisario – dijo firmemente y con un saludo militar.
-¿No me había libra… digo, no te habías ido con Laura?
-Sí. Pero una broma hizo que me quedará aquí y sin saber a donde íbamos.
-Esta claro que aún no sabes que a Laura no se le puede bromear con cosas que a simple vista son graciosas.
-Esta claro que no – respondió suspirando cansado.
-Yo que tú, pensaría antes de hablar con ella – dijo Jericó.

En eso, Laura llego y aparco su coche mientras se bajaba con el cuadro en la mano y dejaba atónitos a Francis y a Jericó.

-¿Tan rápido? – pregunto Jericó observando el cuadro.
-No, no. Es que me he encontrado esta falsificación en la casa de aquel tipo tan ridículo ¿Os podéis creer que tiene todos los especiales de Batman del cómic? Yo tengo las de Batman, Spiderman y Hulk –dijo sonriendo victoriosa mientras les daba la falsificación.
-¿Eres una friki de los cómics? – pregunto Francis con el ceño fruncido.
-Soy muchas cosas y adoro muchas cosas. Soy una chica rarita – explico la rubia mientras sonreía, en esta ocasión, de lado.
-Total, que eres una rarita.
-¿Eso es lo que has sacado en claro, chico del diario?
-¡¿Cómo sabes que tengo un diario en el que apunto todo lo que me pasa y apunto cuanto os odio?!

Jericó y Laura miraron incrédulos a Francis, que señalaba a Laura mientras miraba extrañado a la reacción de su compañera y su jefe.

-Sé que tenías un diario, porque una vez casi me lo sueltas – explicaba Laura – Lo demás nos lo acabas de confesar, subnormal.
-¿A sí? – pregunto confundido sonriendo nervioso y frotándose la nuca - ¿Sabéis que es coña, verdad?
-Te lo devuelvo. Exijo un cambio de compañero – susurro Laura agarrándole del brazo y apartando a Jericó de Francis y la puerta de la comisaría.
-¡No puedes! Tengo que librarme de él sea como sea – dijo el comisario  en el mismo tono de voz que el de Laura – Además, no estás en tu derecho.

Laura soltó del brazo a Jericó y se cruzo de brazos, asesinando fríamente con la mirada, primero a Jericó y luego a Francis, que seguía sonriendo nervioso viendo con miedo la conversación de los dos.

-Vale. Nos vamos ya – dijo dando media vuelta en dirección a su coche.

Francis no quiso que pasara lo mismo que antes y corrió hasta situarse detrás de ella. El castaño se había pasado todo el viaje preguntando a donde iban y que lo de que los odiaba era una de esas bromas de él. Laura le ignoraba por completo en cuanto este se quejaba o intentaba explicarse ante la detective. Cuando ella aparco el coche, Francis bajo nervioso para saber en donde estaban. Delante de ellos, había una enorme mansión en la que se encontraban dos personas, en la puerta principal de la casa, charlando de manera muy animada. Laura dio unos pasos por encima del caminito que recorría el jardín hasta llegar al lado de los dos hombres.

-¿Señor Yeroi? – pregunto la detective al hombre que se encontraba apoyado en la puerta de la casa y estaba de brazos cruzados.
-Sí. Usted debe de ser Laura – dijo extendiendo el brazo – Te veo luego, Ereo.
-Ajá. Quería pedirle que nos dejará pasar – respondió Laura mientras le estrechaba la mano al señor Yeroi.
-¿Se puede saber a que se debe esta visita? – dijo en cuanto ya estaban dentro de la mansión.
-Queremos ver su cuadro de “Las mariposillas”. Sabemos que tiene una falsificación que usted había pedido para una fiesta que tuvo lugar aquí la semana pasada – explico Laura mirando los cuadros del enorme salón.
-Claro – dijo haciendo un gesto que insinuaba a sus invitados, a que le siguieran.

Le siguieron hacia un largo pasillo, totalmente lleno de cuadros. Les guío hasta situarles delante del cuadro que buscaban. Laura observo y analizo totalmente el cuadro mientras Francis miraba asombrado ese cuadro y el resto de cuadros que había en el largo pasillo.

-La vieja de los gnomos, el ricachón de los cuadros, ¿qué será lo siguiente? – pensaba mirando boquiabierto todo lo de su alrededor.
-Este es el verdadero – rió divertida Laura.

El señor Yeroi y Francis miraban incrédulos.

-¿C-cómo? – pregunto el propietario de la casa.
-Este es el verdadero – repitió Laura – Mira que son listos. Te han usado de lo mejor ¿eh?
-¿A mí? – preguntaba cada vez más incrédulo.
-Sí. ¿No es extraño que sin tener el cuadro te lo hicieran tan bien? Este si que esta de pena al ser el verdadero falsificado – dijo mostrando lo que llevaba debajo de la tela – Son unos listillos. Tiene que ser alguien que tú conozcas bien. Me refiero al que te dio la falsificación ¿verdad? Alguien en quien confiarías la entrada a tu casa en cualquier momento.
-Me la trajo Ereo. El hombre de antes – respondió mirando boquiabierto a la detective que había hecho una enorme deducción.
-Me sorprendes hasta a mí – decía Francis mirando con una sonrisa a Laura.
-Gracias, caballero – dijo Laura como si ignorará al castaño – Ve a por él, Francis.

El mencionado obedeció y corrió hacia la puerta principal. Laura observo como se alejaba y suspiro.

-¿Me habré pasado un poco? Si tanto me odia, me lo dice y ya. Yo se lo he admitido y tan pancha me he quedado. ¡¡En que piensas Laura!! Es tu compañero, es normal que nos llevemos de pena. Solo faltaría que cada día nos diéramos un regalo. Si es que… - pensaba la rubia mientras observaba el cuadro y miraba de reojo por donde se había ido Francis.

El castaño corría todo lo que podía y alcanzo a ver al tal Ereo caminando de espaldas a él e ignorando que le perseguía. Ereo seguía en su mundo, mirando al cielo, con las manos en los bolsillos, mientras Francis corría notando como sus piernas se aflojaban y estaban a punto de caer al suelo.

-¡¡Para!! – le grito Francis a Ereo.

Este miro de reojo al agente que se acercaba y empezó a correr intentando alejarse de él.

-Tsk. Laura tiene razón. Menudo idiota que soy ¿para qué coño le llamo si en todas las películas y en la vida real, salen todos los malos corriendo? – pensaba mientras intentaba hacer un spring.

Ereo siguió corriendo hasta que se tropezó y cayó el suelo. Francis sintió que se desmayaba y antes de caer al suelo, noto como alguien le agarraba del cuello de la camisa, desde la parte de atrás y evitaba que cayese de frente en el suelo. Estuvo a punto de cerrar los ojos cuando oyó una peculiar risa de su “salvador”.

-¿Ya te vas a caer, zumbao? – dijo una voz bastante reconocida para Francis.
-Siento molestarte pequeñajo ¿Qué haces aquí? –le pregunto al ver a Zack.

El chico sonrió de manera burlona y luego jalo hacia atrás, haciendo que Francis se diera en el trasero contra el suelo. Antes de que Francis volviera a preguntar algo, Zack corrió hacia Ereo, que se estaba intentando levantar. Le pego una patada en la cara y este cayó lo suficientemente inconciente para no levantarse en más de un mes sin sentir un cosquilleo extraño en el rostro. Zack volvió hasta adonde estaba el agente y sonrío otra vez.

-Yo vivo en esta calle ¿sabes? Te vi pasar corriendo por mi casa. ¡Es una suerte que al lado de la tele donde tengo mi Xbox haya una ventana que de a la calle! – exclamo orgulloso – Aunque no guarde la partida y tuve que perder mis nuevos datos. Tendré que matar al dragón y hacer la prueba del oso.
-Gracias pequeñajo – agradeció sonriendo.
-¡De nada, zumbao! – recalcaba Zack extendiendo un brazo para ayudarle a levantarse del suelo.
-¡Peque! – exclamo Laura yendo hacia donde se encontraban.

Abrazo a Zack y este se quejo de que no le dejaba respirar. Cuando le soltó, le sonrió a él y luego a Francis, que estaba de pie a su lado un poco nervioso.

-Lo siento – se disculpo el castaño mayor inclinándose delante de ella.
-No pasa nada. Admito que yo también me he pasado – admitió la rubia.
-¿Qué? Tú, Laura, la detective, ¿disculpándose conmigo? ¡Genial! – exclamo burlón Francis.

Laura sonrío y suspiro mientras negaba con la cabeza. Estaba claro que Francis no iba a cambiar por nada del mundo.

-Yo también quiero mis créditos para este caso – rió Zack – Me he cargado al malo y he ayudado a un agente de la ley, que es un zumbao.

Y claramente Zack, tampoco…

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