lunes, 2 de enero de 2012

Capítulo 12 - Si te metes con Laura, te quemas. Si te metes con Luther, te electrocutas.

-¿No puedo ver a mi, próximamente, difunto suegro?
-Lárgate de aquí, Luther – gruño Johan amenazante.
-Y si no ¿qué? ¿Me tirarás por la ventana? ¿Me intentarás disparar? – preguntaba con una sonrisa con sorna.
-No usaré esas tonterías – dijo dejando a Laura en el suelo – Usaré algo que no te siente nada bien.
-¿Ah sí? ¿Los spaghetti?
-El agua.

Johan hizo una esfera en sus manos, de color cristalino, que sorprendió a Luther, que sin previo aviso, chasqueo los dedos.

-¡Wow! – grito el chico de al lado.
-Vaya, vaya. No sabía que tu también pudieras hacer cosas como estas – rió Luther – Pero yo también.
-Ya lo sé. Yo y Laura.

Luther se calló, se quedo paralizado, en shock, sin saber que decir.

-¿Y L-laura? – tartamudeo mirándola.
-¿Aún tenías esperanzas de volver a estar con ella después de todo lo que has hecho? – dijo Johan copiando su sonrisa con sorna.
-¡Si no lo hacia Killer, la mataría! – bramó furioso.

La gente que estaba en el hospital minutos antes, había salido corriendo despavorida. Los policías habían llegado y estaban fuera del hospital. Según los testigos, Johan estaba ahí y no deberían entrar hasta que el diera una orden o una señal.

-¿La mataría? ¿Cómo va a matar a Laura? – pregunto Johan bastante cabreado.
-¿Te crees que se puede ser un asesino tan famoso en un mundo en el que existen personas como nosotros? – Hizo una pausa y miro la mirada extrañada de Johan - ¡Killer también tiene poderes! ¡Ni yo puedo con él!
-Que no puedas tú, no significa que Laura no.
-Laura es una humana normal ¿cómo quieres que pueda con él?
-Porque yo también tengo poderes.

Laura se levanto bastante mareada y perdida, pero por lo menos entendía la conversación. Se tambaleo un par de veces, para caer en los brazos de Luther, que no pudo dejarla caer.

-Joder. Que mareo – mascullo tocándose la frente.

Laura rodó los ojos para acabar mirando a los de Luther, de quien no se había percatado que era quien la había cogido.

-¡Mi padre tenía razón! – gruño con los ojos cristalinos.
-¡He dicho que te mataría, si no lo hacia! – gruño ahora él.
-Pero ¿matar a mi padre?
-No podía hacer otra cosa. ¡Además, me volvió a romper la nariz!

Laura no se había dado cuenta, pero Luther llevaba un pequeño vendaje en la parte central de la nariz. “Este no es el momento para una discusión de parejas” pensaba Johan bastante cabreado.

-Pero… - Laura ya no sabía que más decir.

Luther tenía razón y aún así, a ella le costaba creerle. Si hubiera sido otro, esa excusa sería una autentica mierda, pero el que se la decía era Luther. ¿O acaso esos cuatro años juntos fue una obra de teatro? Sabía claramente que Luther no sería capaz de hacer algo así, para saber algo así, si le han servido de mucho estos cuatro años.

-No mates, a mi padre – dijo a regañadientes.
-¿Y qué quieres que haga? – pregunto confuso.
-¡Yo puedo con él! Además, tú y Johan me ayudaréis ¿verdad Johan? – pregunto mirándole de forma sádica.

Johan hizo una mueca de desprecio y luego asintió.

-¡Oíd! ¡Que yo todavía estoy aquí! – gruño el otro.
-Anda, es verdad – rió Laura.
-¡Encima te ríes!

Luther le golpeo, pero con al fuerza que tenía, no consiguió ni que se tambaleará. Johan intento pegarle un puñetazo, pero este lo esquivo y él cayó al suelo.

-Menudos paquetes estáis hechos – dijo Laura mientras bloqueaba al tipo y luego le golpeo en el suelo.

Se desplomo en el suelo inconciente.

-Bueno… - intentaron excusarse los dos al unísono.

Luther reparo de repente en algo y se estremeció.

-¡Mierda! – bramó.
-¿Qué? – pregunto Laura.
-Le han tendido una trampa a la policía – gruño mientras se dio la vuelta para irse corriendo hacia las escaleras.


Francis estaba harto de que la señorita de al lado no soltará el móvil ni un segundo. Habían tenido que coger el autobús porque ninguno tenía carnet de conducir y mucho menos un coche en el que ir.

-¿Ves? Te dijimos que fuéramos en taxi ¡tarugo! – le decía Kevin desde el asiento de atrás.
-Si es que… zumbao, eres un crack – rió Zack, que estaba sentando junto a Kevin.
-Callaos – gruño bastante enfadado consigo mismo.

Se cruzo de brazos y rodó los ojos al ver como la señora empezaba a teclear un número diferente en el móvil.

-Encima tuvimos que coger el que más lleno estaba – pensaba.

El autobús paro de repente y la puerta de este se abrió. Por ella entraron dos hombres encapuchados con una pistola, apuntando al conductor. La gente grito de terror, mientras Zack se ocultaba detrás de Kevin. Francis sonrío al notar que la señora de al lado soltó el móvil.

-Dennos todas sus cosas ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! – rugió uno de ellos.

El que grito recibió un codazo del que estaba a su lado, que luego le señalo a donde estaban situados los tres “mini-detectives”. Se acercaron con una sádica sonrisa.

-¿Los matamos? – pregunto uno.
-Claro. Son de la policía – respondió el otro con la misma cara sádica de antes.
-¡¡Eh!! ¡¡Eh!! – reaccionaron los tres.
-¡Yo soy el compañero de Laura! Si me matas te torturará – chillo Francis a la defensiva.
-¡Yo soy el compañero y aprendiz de Johan! Si me matas te torturará peor que con Laura – chillo ahora Kevin.

Los dos ladrones se miraron el uno al otro bastante confusos.

-Está bien. Nos llevaremos al crío – dijo el de la pistola.

Cogió a Zack por la parte del cuello de la camisa y lo elevo, por encima de Kevin, para traérselo al pasillo central del autobús.

-¡¡Aaaaah!! ¡¡Socorroooooo!! ¡¡Zumbao!! ¡¡Kevin!! ¡¡Ayudadme por favor!! ¡¡Aún no me he pasado el juego nuevo!! ¡¡Y encima no tengo novia!! ¡¡¡Por favor, zumbao!! – chillaba Zack mientras el ladrón le arrastraba.
-Dadnos las cosas ¡Ya! – volvió a gritar el ladrón como al principio.

Francis y Kevin miraban a Zack, mientras que instintivamente, se levantaban lentamente del sillón. Cuando la gente se levantaba en fila para meter las cosas, en la bolsa que los ladrones mostraban, ellos ideaban un plan.

-¿Qué hacemos? – susurró Kevin.
-Tenemos que salvar a Zack e impedir la trampa que le van a hacer a la policía – mascullo Francis.
-¿Le has llamado Zack? – se sorprendió Kevin.
-Digo… el pequeñajo – respondió secamente.
-¿Cómo lo hacemos?
-¿Tú no decías que eras mejor que yo?
-Eso era cuando estoy con Johan.
-Menudo gallinita estás hecho.
-Ríete de otro. ¡Espera! Ya sé.

Kevin le susurro algo al oído de Francis, mientras este sonreía y asentía bastante alegre y excitado por la idea que Kevin le susurraba.

-¡Eh! – llamo Francis la atención de los ladrones - ¿Sabes quien es ese crío que tienes ahí?
-¿Quién? ¿Este? – dijo mientras levantaba a Zack.
-Sí. Ese. ¡Es el hermano pequeño de Laura! ¡Es… - Francis bajo y le pregunto a Kevin - … Armando!
-¡¿Armando?! – los ladrones miraron fijamente a Zack.
-No es – dijo uno.
-Tiene parecido pero no… ¡Espera! – levanto bruscamente la vista - ¡Nosotros hemos visto a Armando! Tiene un brazo roto por culpa de Luther. Nosotros escapemos ayer de la cárcel.
-No me jodas – murmuraron los dos chicos al unísono.
-¿Qué yo tengo un brazo roto? – hablo Zack aparentando el papel - ¡Luther! Ese maldito novio de mi hermana. Es un maldito traidor. ¡Casi! Casi me rompe el brazo. ¡No me lo rompió! Y como me toquéis, lo que mi hermana os romperá van a ser todas las costillas.

Los dos ladrones, acojonados, salieron corriendo del autobús. La gente empezó a felicitar a los tres chicos. Cuando llegaron a la parada, observaron como la policía rodeaba el edificio. Buscaron a Jericó con la mirada, pero para cuando lo encontraron ya era demasiado tarde…

-¡Comisario! – le llamaron los tres a la vez.

Jericó se giro para verles llegar a los tres.

-Si vais a decirme que es una trampa. Podíais haberlo dicho antes. Estamos siendo apuntados por un montón de asesinos francotiradores. No hagáis movimientos bruscos.

Los tres chicos se sintieron vigilados y se quedaron quietos. Zack vigilaba con la mirada los alrededores: Todos quietos, con la pistola en el suelo, bastante lejos de ellos. Zack se estremeció. Dudaba que aquello fuera simplemente para jugar con ellos. Tarde o temprano empezaría la masacre

¡Y él estaba dentro!

-¡¡Laura!! – grito muerto de miedo.

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