sábado, 28 de abril de 2012

Capítulo 21 - Hueco vacío.


Normalmente era Laura quien mataba con la mirada, pero en esa ocasión era ella el objetivo de la mirada asesina de Jericó. Johan tragó saliva mientras se acomodaba mejor en la silla del despacho del furioso comisario.

—¿Debería de estar contento? — preguntó Jericó mostrando el fuego de sus ojos.
—Está claro que no — murmuró Johan agachando la cabeza.
—¡No sólo está Dylan en estado crítico, sino que también habéis matado a uno de los organizadores! — gruñó este finalmente golpeando la mesa con ambas manos.
—No pensaba dejar que el que casi mata a Dylan tuviera un minuto más de vida, y peor después de coger como rehén a Zack — contestó Laura con frialdad y con cara de indiferente.
—¿No lo entiendes? ¡Sólo os queda un organizador! Sólo una última oportunidad y adiós a salvar al presidente.
—Esta vez no fallaremos. Además ya tenemos la nueva dirección de ese tipo.
—Pues antes de ir, quiero que comprobéis a quién pertenece y sus alrededores. No quiero más sorpresas.
—Vale.
—¿Eso se puede hacer? — preguntó Johan mientras Laura se levantaba de la silla.

Laura simplemente le dio un toque en el hombro insinuando que se levantará sin preguntar nada más. Johan obedeció y salió rápidamente. Afuera esperaba, únicamente, Francis con la mirada perdida y sentado en la silla de su escritorio.

—¡Eh! Comprueba esta dirección — gritó Laura tras él y mostrándole el papel.

Francis se asustó con el grito de su espalda y cayó de la silla al suelo. Se quedó tirado un buen rato antes de ponerse a cuatro patas y mirar tembloroso a los detectives.

—Ah… Eres tú — susurró antes de levantarse y frotarse la nuca con cierto nerviosismo.
—Y ¿a ti que te pasa? — preguntó Johan sentándose sobre la mesa de Francis.
—Es que me ha extrañado lo que me ha dicho el padre de Dylan — explicó el novato encogiéndose de hombros y poniendo pose pensativa — Me ha dicho que está en Canadá haciendo los preparativos para la luna de miel y que no podría venir hasta pasado mañana. Si Dylan está al borde de la… muerte, ¿por qué no viene ya y deja lo que está haciendo?

Johan y Laura alzaron una ceja a la misma vez, para luego mirarse entre ellos con una expresión de perplejidad.

—Te diré una cosa, Laura. La familia Norris tiene algo extraño. Y sea lo que sea, tengo la sensación de cuando descubramos qué es, será algo que no querremos volver a descubrir — dijo Johan.

Laura apartó levemente a Johan del escritorio de Francis, y luego se acercó más a él para hablar de forma más confidente.

—Francis no debe saber nada. Recuerda que su madre se va a casar con el padre de Dylan. No podemos ni estropearles la boda ni hacer que Francis tema o proteja demasiado a su madre.
—¡Laura! ¡Johan! ¡Tenéis que ver a quien pertenece esta dirección! – gritó Francis bastante alarmado y después de haberse levantado de un salto de la silla.

Ambos se acercaron rápidamente y observaron la pantalla del ordenador.

—No puede ser — masculló Laura entre dientes.
—‘Perteneciente a la familia Norris desde hace cinco años’ — leyó Johan boquiabierto y apretando las manos en puños — ¿Qué demonios pasa en esa familia?
—Dylan ¿trabajaba para Killer? — Francis cayó en su silla con la mirada perdida.
—¡Es imposible! Si han disparado a Dylan y casi lo matan ¡no podría trabajar para Killer! Además, si era el cómplice del otro organizador no podía haberle disparado — gruñó Laura mirando mal a Francis.
—A lo mejor, le disparó tan lejos del corazón para que pudiera seguir organizando el complot contra el presidente — insinuó Johan sin dejar de mirar la pantalla del ordenador.
—¡Johan! — se molestó Laura — Pues ¿sabéis qué? Voy a preguntárselo. Antes Jericó dijo que estaba consciente. Vamos a ver que nos dice.

Francis y Johan abrieron los ojos atónitos y antes de poder decir algo que frenará la loca idea de Laura, está ya había dado media vuelta y se dirigía a salir de la comisaría en dirección al hospital.

—¡Espera! — gritaron ambos al mismo tiempo empezando a correr hacia la detective.

Pero fueron tan torpes que se trastabillaron el uno al otro. Ambos cayeron al suelo.

—¡Levántate! Si se va no podremos seguirla. ¡Ya no tengo coche! — gritó Johan haciendo aspavientos.
—¡Pues quítate de encima! ¿Has comido diez churros con tres litros de chocolate? Porque ¡uf! Mira que pesas — se quejó Francis debajo de Johan.
—Yo no peso nada, mentiroso. Tú eres muy flojo — se defendió Johan levantándose del suelo y jalando de Francis.

Johan empezó a correr a sabiendas de que tiraba de alguien. No sabía que tiraba de alguien que estaba siendo arrastrado por el suelo y creía que iba a rompérsele el brazo por el tirón que hacia el detective. Justo cuando salió por la puerta, Laura entró en el coche y arrancó.

—¡Espera! — gritó Johan haciendo señas con la mano libre.
—¡Suéltame que me vas a romper el brazo! —gruñó Francis tirando de su mano en el momento en el que se levantaba.
—Oh, Dios. Que par de imbéciles — murmuró Laura mirando a ambos con los ojos cerrados.

Finalmente, Laura los esperó y dejo que entrarán en el coche, aunque no sin antes tener una pequeña pelea por ver quién se disponía a sentarse en el asiento de copiloto. Ganó Francis, ya que Laura remedió la cuestión dándole un puñetazo a cada uno y decidió quien iba junto a ella. Johan refunfuñaba de forma casi inaudible y luego se sentó detrás, pero inclinándose en el espacio que había entre ambos asientos, como solía hacer Zack.

—¿De verdad vamos a ver a Dylan? — preguntó Johan durante el trayecto al hospital.
—Que sí, pesado — replicó Laura mirándole simplemente de reojo.
—Yo estoy con Laura — intervino Francis — Dylan puede ser un imbécil, bipolar e incluso un casanova, pero no sería capaz de ayudar a Killer a acabar con el presidente.
—¡Tú eres quien cree que no sería capaz! — Se quejó Johan — Pero supongo que no es de los que engaña a la gente por un trabajo criminal.
—A lo que menos sentido le veo es que fuera un criminal y salvará a Zack antes de quedarse inconsciente.

Johan hizo una mueca de disgusto y luego se frotó la cabeza antes de sonreír de forma tonta.

—Vale. Dylan no es el organizador ¿contentos? — vaciló mirando a Laura.
—Ahora sí — afirmó ella mientras asentía sin dejar de mirar hacia la carretera.

Tardaron media hora más en llegar al hospital. Francis tragó saliva al recordar el hospital en el que había hecho su primer caso como compañero de Laura. Ella pareció ignorar ese dato y se dirigió a la chica que se encontraba junto a un ordenador y con pinta de saber todo sobre ese hospital.

—Perdona ¿Dylan Norris? — preguntó intentando sonreír.
—Si es un familiar, lamento decirles que el señor Norris no quiere saber nada sobre su familia. Bueno, de su padre — contestó la chica bastante impresionada.

Los tres alzaron una ceja y se sorprendieron. Ni el padre quería ver a su hijo que casi se muere, ni el hijo quería ver a su padre que está a punto de casarse. Laura carraspeó antes de continuar.

—No somos familia. Somos compañeros de Dylan — añadió ladeando la cabeza.
—Entonces vale. Está en la habitación doce de la planta 1B — localizó la chica con una pequeña sonrisita.
—Muchas gracias por su cooperación — intervino Johan con una sonrisa pícara.
—¿No tenías una cita con Verónica? — murmuró Francis mientras empezaban a caminar.
—Sí, pero por si acaso — rió Johan intentando parecer un casanova.

A Francis no le hizo gracia su intento, ya que le recordó a Dylan. Aunque este lo hacía sin intentos, era lo que era y ya está.

—Bien. Es aquí — masculló Laura delante de la puerta.
—¡Vaya! Que rápido — se impresionó Francis.

Laura abrió la puerta y entró la primera seguida por Johan y Francis.

—¡Ya era hora! — se escuchó gritar desde dentro — Las pastillas eran a las en punto y son las y cuarto. Menuda manera de… ¿qué demonios hacéis aquí?

Francis abrió bruscamente los ojos al ver la cara de pocos amigos que tenía Dylan, aunque lo peor fue la voz tan grave que tenía, muy fuera de lo visto en la discusión con Johan.

Dylan estaba acostado en la cama del hospital y tenía un montón de cables alrededor de su cuerpo al igual que algunas agujas que lo conectaban a los líquidos y a las máquinas que lo ayudaban a mantenerse consciente y no sentir el dolor del lugar donde le habían extraído la bala.

—Esto… — Laura se había quedado sin palabras — A ver, Johan cree que tú eres el otro organizador.

Dylan pareció horrorizarse, pero lo disimuló perfectamente.

—Y a mí ¿qué coño me importa lo que ese imbécil piense? — dijo fríamente.
—¡Oye! ¡Qué estoy justo a tu lado! — gruñó Johan con los ojos entrecerrados.
—No pienso negar lo que eres — Dylan volvió a la carga.
—¡Sé que eres uno de los organizadores! Por eso ese balazo no te mató — gritó Johan finalmente.
—¿Te crees que no duele? — Le calló Dylan levantándose bruscamente no sin antes soltar un gemido, dolorido — ¡Esto no es ninguna broma!

Dylan, que tenía la sábana colocada de cintura para abajo, se levantó el camisón del hospital mostrando la cicatriz que le recorría el vientre de arriba hacia abajo. Estaba rechinando los dientes mientras Laura intentaba no mirar, no solo la cicatriz, sino también lo poco que se le había visto en la entrepierna mientras se levantaba el camisón.

—Joder — Francis parecía que se iba a desmayar al ver la cicatriz.
—Esto se me quedará de por vida, imbécil — hirió Dylan hacia Johan, que se había quedado mudo.
—Es que… — Johan ya no podía quejarse de nada —, la casa del segundo organizador está a nombre de tu familia.

Dylan (qué ya se había colocado del camisón) abrió los ojos con incredulidad ante lo que Johan le había dicho. Se tiró sobre la cama y miró al techo, se llevó las manos a la cabeza y pegó un grito que se debió de escuchar por todo el hospital. Una de las enfermeras no tardó en llegar. Dylan se había mordido el labio inferior y lo que estaba sangrando lo escupía en el suelo.

—Francis — le llamó haciendo un gesto con la mano para que se acercará.

La enfermera se quedó quieta sin intención de moverse. Francis se acercó lentamente, casi con miedo. Dylan le hizo una seña para que se pusiera por el otro lado de la cama y así lo hizo. En cuanto Dylan le agarró de la camiseta acercándole a él, supo que algo no iba bien.

—Impide la boda — Fue lo único que le dijo antes de soltarle bruscamente.

Antes de que Francis pudiera preguntar un por qué, la enfermera le apartó y se dispuso a atender a Dylan mientras obligaba a los tres a marcharse. Obedecieron, pero sin poder creerse ni entender lo que había pasado.

—¿Qué te ha dicho? — preguntó Johan agarrándole con fiereza por el mismo sitio que Dylan y estampándole contra una pared.
—¡Cálmate, Johan! — Laura lo empujó y luego miró a Francis — ¿Qué te ha dicho?
—Me ha dicho que impida la boda — respondió con la mirada perdida.
—¿Qué? — Johan parecía estar a punto de echar humo por las orejas — ¿No te ha dicho nada del caso? ¡Ese cabrón ha cambiado de tema y ha buscado una manera de sacarnos de allí! Voy a entrar ahí dentro y…
—¡Cállate, Johan! — gritó Laura — ¿No lo entiendes? No es Dylan. Es su padre. ¡Por eso quiere que Francis impida la boda!
—Es imposible. Dylan no sabía nada del caso antes de llegar.
—Puede que no sospechará de él en este caso. Si no en el otro.
—¿El suicidio de su madre y el atraco?
—¿No lo ves? Yo en un principio pensé, ¿por qué sólo murió el hijo mayor de los Norris, de los que curiosamente no robaron nada de dinero? Pero cuando me dijiste lo de que no se les investigó por la muerte de su hijo, tuve un presentimiento.
—Sigo sin entenderlo.
—El robo tuvo que ser organizado por el padre de Dylan. Mató a su hijo mayor porque así no se les investigaría. Su mujer lo descubrió y la asesinó, haciendo que pareciera un suicidio por el sufrimiento debido a la muerte de su hijo. ¡Es un plan perfecto! Por eso sería uno de los organizadores de Killer.
—¿Y Dylan?
—Dylan aún oculta algo, pero no afecta al caso. No se lleva con su padre porque él también lo sospechaba.
—¿Cómo sospecharía de eso?
—Tú mismo me dijiste que el investigó el caso por su cuenta. Además, tuvo que saber algo desde antes, que lo hizo empeñarse en su intento por demostrar que su madre murió asesinada.
—Oíd, creo que deberíamos ir a la comisaría y avisar a los demás — intervino Francis, que hasta ese momento parecía estar en un shock — Luego llamaré a mi madre e intentaré encontrar una manera de impedir la boda.

Laura y Johan asintieron. Los tres se dirigieron al coche montándose todo el plan en la cabeza. Realmente fue perfecto y el complot va en ese mismo camino.

Tardaron una hora entera en llegar a la comisaría. En todo el trayecto se habían puesto a hablar sobre todo lo que habían descubierto, o por lo menos creían haber descubierto. En la comisaría no había absolutamente nadie, excepto un agente que nada más entraron se acercó a ellos con una sonrisita que expresaba un “por fin me toca algo importante”.

—¿Dónde están todos? — preguntó Laura alzando los brazos casi con desesperación.
—El comisario Jericó le ha dejado un recado: Se ha ido a la casa del segundo organizador — respondió el agente.

Laura gruñó y luego cogió al agente por los hombros empezando a zarandearlo con fuerza.

—¡No tiene por qué pagarlo conmigo!

Johan y Francis tuvieron que pararla para salvar al agente. Johan volvió con su manera de relajarla y, esta vez, con un resultado más positivo que el anterior. Pero el coche seguía en el fondo de un barranco.

—Voy a llamar a ese desgraciado — dijo Laura cogiendo el móvil y empezando a poner el número.
—¿Sí?
—Eres un cabrón.
—Vaya, parece que ya has recibido la noticia. Temo informarte que primero, no soy un cabrón y, segundo, no había nadie en la casa.
—¡Claro que no hay nadie en la casa! ¡Nuestro hombre está en Canadá!
—¿Qué dices?

Un teléfono sonó en el despacho de Jericó y el agente se lanzó a cogerlo.

—Sabemos, o suponemos con mucha seguridad, que el padre de Dylan es el organizador.
—¿El padre de Dylan?
—¡¡Detectives!! — gritó el agente desesperado — Es urgente.
—Tengo que colgar — dijo Laura.
—¡No me cuelgues hasta que me expliques…!

Laura colgó y luego miró al agente, que se apresuró a hablar.

—El agente Dylan se ha escapado del hospital.
—Me estás gastando una broma. ¡Dime que me estás gastando una broma! — gritó Laura a punto de volver a lanzarse sobre el agente otra vez.
—Lo lamento.
—¿A dónde habrá ido? — se preguntó Francis mientras Johan se preparaba para correr hacia el coche de Laura.
—A Canadá — murmuró Laura — Dylan va a por su padre.

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