Normalmente era Laura
quien mataba con la mirada, pero en esa ocasión era ella el objetivo de la
mirada asesina de Jericó. Johan tragó saliva mientras se acomodaba mejor en la
silla del despacho del furioso comisario.
—¿Debería de estar
contento? — preguntó Jericó mostrando el fuego de sus ojos.
—Está claro que no —
murmuró Johan agachando la cabeza.
—¡No sólo está Dylan en
estado crítico, sino que también habéis matado a uno de los organizadores! —
gruñó este finalmente golpeando la mesa con ambas manos.
—No pensaba dejar que el
que casi mata a Dylan tuviera un minuto más de vida, y peor después de coger
como rehén a Zack — contestó Laura con frialdad y con cara de indiferente.
—¿No lo entiendes? ¡Sólo
os queda un organizador! Sólo una última oportunidad y adiós a salvar al
presidente.
—Esta vez no fallaremos.
Además ya tenemos la nueva dirección de ese tipo.
—Pues antes de ir, quiero
que comprobéis a quién pertenece y sus alrededores. No quiero más sorpresas.
—Vale.
—¿Eso se puede hacer? —
preguntó Johan mientras Laura se levantaba de la silla.
Laura simplemente le dio
un toque en el hombro insinuando que se levantará sin preguntar nada más. Johan
obedeció y salió rápidamente. Afuera esperaba, únicamente, Francis con la
mirada perdida y sentado en la silla de su escritorio.
—¡Eh! Comprueba esta
dirección — gritó Laura tras él y mostrándole el papel.
Francis se asustó con el
grito de su espalda y cayó de la silla al suelo. Se quedó tirado un buen rato
antes de ponerse a cuatro patas y mirar tembloroso a los detectives.
—Ah… Eres tú — susurró antes
de levantarse y frotarse la nuca con cierto nerviosismo.
—Y ¿a ti que te pasa? —
preguntó Johan sentándose sobre la mesa de Francis.
—Es que me ha extrañado lo
que me ha dicho el padre de Dylan — explicó el novato encogiéndose de hombros y
poniendo pose pensativa — Me ha dicho que está en Canadá haciendo los
preparativos para la luna de miel y que no podría venir hasta pasado mañana. Si
Dylan está al borde de la… muerte, ¿por qué no viene ya y deja lo que está
haciendo?
Johan y Laura alzaron una
ceja a la misma vez, para luego mirarse entre ellos con una expresión de
perplejidad.
—Te diré una cosa, Laura.
La familia Norris tiene algo extraño. Y sea lo que sea, tengo la sensación de
cuando descubramos qué es, será algo que no querremos volver a descubrir — dijo
Johan.
Laura apartó levemente a
Johan del escritorio de Francis, y luego se acercó más a él para hablar de
forma más confidente.
—Francis no debe saber
nada. Recuerda que su madre se va a casar con el padre de Dylan. No podemos ni
estropearles la boda ni hacer que Francis tema o proteja demasiado a su madre.
—¡Laura! ¡Johan! ¡Tenéis
que ver a quien pertenece esta dirección! – gritó Francis bastante alarmado y
después de haberse levantado de un salto de la silla.
Ambos se acercaron
rápidamente y observaron la pantalla del ordenador.
—No puede ser — masculló
Laura entre dientes.
—‘Perteneciente a la
familia Norris desde hace cinco años’ — leyó Johan boquiabierto y apretando las
manos en puños — ¿Qué demonios pasa en esa familia?
—Dylan ¿trabajaba para
Killer? — Francis cayó en su silla con la mirada perdida.
—¡Es imposible! Si han
disparado a Dylan y casi lo matan ¡no podría trabajar para Killer! Además, si
era el cómplice del otro organizador no podía haberle disparado — gruñó Laura
mirando mal a Francis.
—A lo mejor, le disparó
tan lejos del corazón para que pudiera seguir organizando el complot contra el
presidente — insinuó Johan sin dejar de mirar la pantalla del ordenador.
—¡Johan! — se molestó
Laura — Pues ¿sabéis qué? Voy a preguntárselo. Antes Jericó dijo que estaba
consciente. Vamos a ver que nos dice.
Francis y Johan abrieron
los ojos atónitos y antes de poder decir algo que frenará la loca idea de
Laura, está ya había dado media vuelta y se dirigía a salir de la comisaría en
dirección al hospital.
—¡Espera! — gritaron ambos
al mismo tiempo empezando a correr hacia la detective.
Pero fueron tan torpes que
se trastabillaron el uno al otro. Ambos cayeron al suelo.
—¡Levántate! Si se va no
podremos seguirla. ¡Ya no tengo coche! — gritó Johan haciendo aspavientos.
—¡Pues quítate de encima!
¿Has comido diez churros con tres litros de chocolate? Porque ¡uf! Mira que
pesas — se quejó Francis debajo de Johan.
—Yo no peso nada,
mentiroso. Tú eres muy flojo — se defendió Johan levantándose del suelo y
jalando de Francis.
Johan empezó a correr a
sabiendas de que tiraba de alguien. No sabía que tiraba de alguien que estaba
siendo arrastrado por el suelo y creía que iba a rompérsele el brazo por el
tirón que hacia el detective. Justo cuando salió por la puerta, Laura entró en
el coche y arrancó.
—¡Espera! — gritó Johan
haciendo señas con la mano libre.
—¡Suéltame que me vas a
romper el brazo! —gruñó Francis tirando de su mano en el momento en el que se
levantaba.
—Oh, Dios. Que par de
imbéciles — murmuró Laura mirando a ambos con los ojos cerrados.
Finalmente, Laura los
esperó y dejo que entrarán en el coche, aunque no sin antes tener una pequeña
pelea por ver quién se disponía a sentarse en el asiento de copiloto. Ganó
Francis, ya que Laura remedió la cuestión dándole un puñetazo a cada uno y
decidió quien iba junto a ella. Johan refunfuñaba de forma casi inaudible y
luego se sentó detrás, pero inclinándose en el espacio que había entre ambos
asientos, como solía hacer Zack.
—¿De verdad vamos a ver a
Dylan? — preguntó Johan durante el trayecto al hospital.
—Que sí, pesado — replicó
Laura mirándole simplemente de reojo.
—Yo estoy con Laura —
intervino Francis — Dylan puede ser un imbécil, bipolar e incluso un casanova,
pero no sería capaz de ayudar a Killer a acabar con el presidente.
—¡Tú eres quien cree que
no sería capaz! — Se quejó Johan — Pero supongo que no es de los que engaña a
la gente por un trabajo criminal.
—A lo que menos sentido le
veo es que fuera un criminal y salvará a Zack antes de quedarse inconsciente.
Johan hizo una mueca de
disgusto y luego se frotó la cabeza antes de sonreír de forma tonta.
—Vale. Dylan no es el
organizador ¿contentos? — vaciló mirando a Laura.
—Ahora sí — afirmó ella
mientras asentía sin dejar de mirar hacia la carretera.
Tardaron media hora más en
llegar al hospital. Francis tragó saliva al recordar el hospital en el que
había hecho su primer caso como compañero de Laura. Ella pareció ignorar ese
dato y se dirigió a la chica que se encontraba junto a un ordenador y con pinta
de saber todo sobre ese hospital.
—Perdona ¿Dylan Norris? —
preguntó intentando sonreír.
—Si es un familiar,
lamento decirles que el señor Norris no quiere saber nada sobre su familia.
Bueno, de su padre — contestó la chica bastante impresionada.
Los tres alzaron una ceja
y se sorprendieron. Ni el padre quería ver a su hijo que casi se muere, ni el
hijo quería ver a su padre que está a punto de casarse. Laura carraspeó antes
de continuar.
—No somos familia. Somos
compañeros de Dylan — añadió ladeando la cabeza.
—Entonces vale. Está en la
habitación doce de la planta 1B — localizó la chica con una pequeña sonrisita.
—Muchas gracias por su
cooperación — intervino Johan con una sonrisa pícara.
—¿No tenías una cita con
Verónica? — murmuró Francis mientras empezaban a caminar.
—Sí, pero por si acaso —
rió Johan intentando parecer un casanova.
A Francis no le hizo
gracia su intento, ya que le recordó a Dylan. Aunque este lo hacía sin
intentos, era lo que era y ya está.
—Bien. Es aquí — masculló
Laura delante de la puerta.
—¡Vaya! Que rápido — se
impresionó Francis.
Laura abrió la puerta y
entró la primera seguida por Johan y Francis.
—¡Ya era hora! — se
escuchó gritar desde dentro — Las pastillas eran a las en punto y son las y
cuarto. Menuda manera de… ¿qué demonios hacéis aquí?
Francis abrió bruscamente
los ojos al ver la cara de pocos amigos que tenía Dylan, aunque lo peor fue la
voz tan grave que tenía, muy fuera de lo visto en la discusión con Johan.
Dylan estaba acostado en
la cama del hospital y tenía un montón de cables alrededor de su cuerpo al
igual que algunas agujas que lo conectaban a los líquidos y a las máquinas que
lo ayudaban a mantenerse consciente y no sentir el dolor del lugar donde le
habían extraído la bala.
—Esto… — Laura se había
quedado sin palabras — A ver, Johan cree que tú eres el otro organizador.
Dylan pareció
horrorizarse, pero lo disimuló perfectamente.
—Y a mí ¿qué coño me
importa lo que ese imbécil piense? — dijo fríamente.
—¡Oye! ¡Qué estoy justo a
tu lado! — gruñó Johan con los ojos entrecerrados.
—No pienso negar lo que
eres — Dylan volvió a la carga.
—¡Sé que eres uno de los
organizadores! Por eso ese balazo no te mató — gritó Johan finalmente.
—¿Te crees que no duele? —
Le calló Dylan levantándose bruscamente no sin antes soltar un gemido, dolorido
— ¡Esto no es ninguna broma!
Dylan, que tenía la sábana
colocada de cintura para abajo, se levantó el camisón del hospital mostrando la
cicatriz que le recorría el vientre de arriba hacia abajo. Estaba rechinando
los dientes mientras Laura intentaba no mirar, no solo la cicatriz, sino
también lo poco que se le había visto en la entrepierna mientras se levantaba
el camisón.
—Joder — Francis parecía
que se iba a desmayar al ver la cicatriz.
—Esto se me quedará de por
vida, imbécil — hirió Dylan hacia Johan, que se había quedado mudo.
—Es que… — Johan ya no
podía quejarse de nada —, la casa del segundo organizador está a nombre de tu
familia.
Dylan (qué ya se había
colocado del camisón) abrió los ojos con incredulidad ante lo que Johan le
había dicho. Se tiró sobre la cama y miró al techo, se llevó las manos a la
cabeza y pegó un grito que se debió de escuchar por todo el hospital. Una de
las enfermeras no tardó en llegar. Dylan se había mordido el labio inferior y
lo que estaba sangrando lo escupía en el suelo.
—Francis — le llamó
haciendo un gesto con la mano para que se acercará.
La enfermera se quedó
quieta sin intención de moverse. Francis se acercó lentamente, casi con miedo.
Dylan le hizo una seña para que se pusiera por el otro lado de la cama y así lo
hizo. En cuanto Dylan le agarró de la camiseta acercándole a él, supo que algo
no iba bien.
—Impide la boda — Fue lo
único que le dijo antes de soltarle bruscamente.
Antes de que Francis
pudiera preguntar un por qué, la enfermera le apartó y se dispuso a atender a
Dylan mientras obligaba a los tres a marcharse. Obedecieron, pero sin poder
creerse ni entender lo que había pasado.
—¿Qué te ha dicho? —
preguntó Johan agarrándole con fiereza por el mismo sitio que Dylan y
estampándole contra una pared.
—¡Cálmate, Johan! — Laura
lo empujó y luego miró a Francis — ¿Qué te ha dicho?
—Me ha dicho que impida la
boda — respondió con la mirada perdida.
—¿Qué? — Johan parecía
estar a punto de echar humo por las orejas — ¿No te ha dicho nada del caso?
¡Ese cabrón ha cambiado de tema y ha buscado una manera de sacarnos de allí!
Voy a entrar ahí dentro y…
—¡Cállate, Johan! — gritó
Laura — ¿No lo entiendes? No es Dylan. Es su padre. ¡Por eso quiere que Francis
impida la boda!
—Es imposible. Dylan no
sabía nada del caso antes de llegar.
—Puede que no sospechará
de él en este caso. Si no en el otro.
—¿El suicidio de su madre
y el atraco?
—¿No lo ves? Yo en un
principio pensé, ¿por qué sólo murió el hijo mayor de los Norris, de los que
curiosamente no robaron nada de dinero? Pero cuando me dijiste lo de que no se
les investigó por la muerte de su hijo, tuve un presentimiento.
—Sigo sin entenderlo.
—El robo tuvo que ser
organizado por el padre de Dylan. Mató a su hijo mayor porque así no se les
investigaría. Su mujer lo descubrió y la asesinó, haciendo que pareciera un
suicidio por el sufrimiento debido a la muerte de su hijo. ¡Es un plan
perfecto! Por eso sería uno de los organizadores de Killer.
—¿Y Dylan?
—Dylan aún oculta algo,
pero no afecta al caso. No se lleva con su padre porque él también lo
sospechaba.
—¿Cómo sospecharía de eso?
—Tú mismo me dijiste que
el investigó el caso por su cuenta. Además, tuvo que saber algo desde antes,
que lo hizo empeñarse en su intento por demostrar que su madre murió asesinada.
—Oíd, creo que deberíamos
ir a la comisaría y avisar a los demás — intervino Francis, que hasta ese
momento parecía estar en un shock — Luego llamaré a mi madre e intentaré
encontrar una manera de impedir la boda.
Laura y Johan asintieron.
Los tres se dirigieron al coche montándose todo el plan en la cabeza. Realmente
fue perfecto y el complot va en ese mismo camino.
Tardaron una hora entera
en llegar a la comisaría. En todo el trayecto se habían puesto a hablar sobre
todo lo que habían descubierto, o por lo menos creían haber descubierto. En la
comisaría no había absolutamente nadie, excepto un agente que nada más entraron
se acercó a ellos con una sonrisita que expresaba un “por fin me toca algo importante”.
—¿Dónde están todos? —
preguntó Laura alzando los brazos casi con desesperación.
—El comisario Jericó le ha
dejado un recado: Se ha ido a la casa del segundo organizador — respondió el
agente.
Laura gruñó y luego cogió
al agente por los hombros empezando a zarandearlo con fuerza.
—¡No tiene por qué pagarlo
conmigo!
Johan y Francis tuvieron
que pararla para salvar al agente. Johan volvió con su manera de relajarla y,
esta vez, con un resultado más positivo que el anterior. Pero el coche seguía
en el fondo de un barranco.
—Voy a llamar a ese
desgraciado — dijo Laura cogiendo el móvil y empezando a poner el número.
—¿Sí?
—Eres un cabrón.
—Vaya, parece que ya has recibido la noticia. Temo informarte que
primero, no soy un cabrón y, segundo, no había nadie en la casa.
—¡Claro que no hay nadie
en la casa! ¡Nuestro hombre está en Canadá!
—¿Qué dices?
Un teléfono sonó en el
despacho de Jericó y el agente se lanzó a cogerlo.
—Sabemos, o suponemos con
mucha seguridad, que el padre de Dylan es el organizador.
—¿El padre de Dylan?
—¡¡Detectives!! — gritó el
agente desesperado — Es urgente.
—Tengo que colgar — dijo
Laura.
—¡No me cuelgues hasta que me expliques…!
Laura colgó y luego miró
al agente, que se apresuró a hablar.
—El agente Dylan se ha
escapado del hospital.
—Me estás gastando una
broma. ¡Dime que me estás gastando una broma! — gritó Laura a punto de volver a
lanzarse sobre el agente otra vez.
—Lo lamento.
—¿A dónde habrá ido? — se
preguntó Francis mientras Johan se preparaba para correr hacia el coche de
Laura.
—A Canadá — murmuró Laura
— Dylan va a por su padre.
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